|
Habia
pasado la asturianísima fecha del 19 de octubre y este año había
echado en falta su ritual llamada, tan cortés:
-Don Antonio, que este fin de semana tenemos el Desarme y sabe
usted que le esperamos. Y a ver si se trae usted también este
año a su amigo don Curro Romero, que le encantaron los garbanzos
del Desarme...
Era don Manuel Coto quien llamaba tan gentilmente cada año. Coto
era el dueño del Bar Asturias. Como una Covadonga gastronómica
en La Enramadilla, frente a la Facultad de Económicas, en la
Costa de Pilindinguis felizmente erradicada, que tenía su
epicentro en el Club Payaso. Coto puso allí un trozo de su
Asturias. Como un permanente Centro Asturiano, antes que
inaugurasen la sede de la Ciudad Jardín, de la que tan orgulloso
se sentía. Como una continua Fiesta del Bollu sin pinares de
Oromana y sin gaitas ni monteras. En un rincón, su Santina: la
Virgen de Covadonga. En el centro, en oro y esmaltes, el querido
mapa de su astur Patria Querida. Y en el otro rincón, la sotana
del párroco de San Bernardo, don José Alvarez Allende, entre
profesores de Económicas con la chaqueta en el respaldo de la
silla para dar cuenta de su fabada, mejor que la mismísima de La
Máquina de Oviedo.
Don Manuel Coto era uno de tantos asturianos ganados por
Sevilla. Había venido aquí con su negocio de camiones cuando
construían la autopista Sevilla-Cádiz. Y como Asturias cae
justamente sobre Sevilla si se dobla el mapa de España, Coto
decidió quedarse aquí con su negocio de la fabada y el chorizo a
la sidra, de las papas rellenas, del pixín alangostado y del
besugo a la espalda. Fue el primero que en Sevilla nos descubrió
que los pescados, al contrario que las señoras, sí tienen
espalda. Sus monumentales besugos a la espalda, regados con la
sidrina que él mismo escanciaba como un surtidor de asturianidad,
olor a chigre en tierra de manzanilla.
Sus días grandes eran los del Desarme. Más que clientes, reunía
amigos, y lo dice quien tuvo el honor de serlo, hasta el punto
de que en tristes días de octubre de 2000, cuando la Virgen de
los Reyes alejó del portal a los asesinos etarras que querían
quitarme del tabaco, me ofreció su casa como refugio y
solidaridad de quien a España la llamaba Asturias como nosotros
le decimos Andalucía. El Desarme se celebra en todo Oviedo el 19
de octubre. Coto lo trasladaba al fin de semana coincidente, y
lo alargaba a dos, tres días, para que todos sus amigos tuvieran
cabida. Y explicaba el origen de la fiesta gastronómica
asturiana que conmemora la victoria de las tropas isabelinas y
constitucionales sobre las columnas del general Sanz en la
Guerra Carlista. Lo estoy oyendo:
-Los absolutistas habían tomado Oviedo, don Antonio. Y dieron a
las tropas un rancho bien abundante, que se componía de
garbanzos con bacalao y espinacas, callos a la asturiana y arroz
con leche. Los soldados se hartaron de comer y de beber sidra, y
como habían dejado las armas en pabellón, cuando estaban todos
dormidos del atracón, llegaron los liberales y los desarmaron
fácilmente y los vencieron. De ahí viene lo del Desarme. En
Oviedo y en esta su casa, don Antonio, celebramos el día del
Desarme con el mismo menú que permitió que los absolutistas
fueran vencidos.
Tomarse invitado por el bueno de don Manuel Coto su asturiano
Desarme en La Enramadilla era como dar un viva a la Constitución
de Cádiz, un Viva la Pepa por el rito astur. Y un viva a la
amistad de su nobilísimo corazón trabajador, perennemente en la
brecha a sus ochenta y cuatro años, de la barra al comedor, de
la cocina a la frase amable: «¿Qué, todo bien, don Antonio?».
Ahora sé por qué este año el señor Coto no me llamó para el
Desarme. Don José Alvarez Allende me acaba de confirmar que don
Manuel Coto ha vuelto a su patria querida de Asturias para
servir, príncipe del trabajo, el Desarme de su vida a la Santina.
Recuadros de días
anteriores
Correo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|