|
La
futura mezquita de los Bermejales es como La Parrala. Unos
decían que sí y otros decían que no. Y para dar más que decir,
la historia de la Sevilla musulmana así cantó. Ni en sus sueños
arabizantes hubiera imaginado Blas Infante esta moda. Hasta
ahora, aquí no había más moros que los de la Cabalgata del
Ateneo. Cuanto ocurre en España es como un inmenso preparativo
de la Cabalgata. En vísperas del 5 de enero, la chavalería va en
tropel a la calle Orfila, busca recomendaciones con Enrique
Barrero. Todos quieren salir de beduinos. Sentar plaza de moros
por un día. Moros y además negros. Los beduinos del desierto son
en todo caso hombres azules, nunca negros. Pero en la nueva
observancia de lo políticamente correcto, el Ateneo no sólo hace
morancos de Triana y de Sevilla a los beduinos, sino que acaba
con el betún para pintarles la cara de subsaharianos a los
saharianos. En tiempos de Pepito Caramelos, las niñas querían ir
en la Cabalgata de princesas, de preletizias, con un vestido
blanco como de corte de los juegos florales y una diadema de
perlas Majórica más falsa que abrazo de capillita. Ahora quieren
ir todas de beduinas, para corretear, pegar saltos y ulular como
en la batalla de Alarcos. Para bailar al ritmo de las bandas
cofradieras, que estarán ensayando urgentemente meter a tambor y
corneta el «Antes muerta que sencilla» de María Isabel, beduina
de la Eurovisión Junior.
Y si los chavales quieren salir de beduinos, el Ayuntamiento,
que está hecho un chaval, quiere beduinizar también su política
de tolerancia y de convivencia. Y dejar los terrenos de Los
Bermejales en las babuchas de los mahometanos sevillanos, como
un regalo en zapatos infantiles en la Noche de la Ilusión Mora.
Me parece muy bien que a los sevillanos que creen en Mahoma les
regalen los terrenos que tengan por conveniente. Pero si a los
de esa fe les dan tantos metros, ¿cuántos tendría el
Ayuntamiento que regalar en justa correspondencia a los
sevillanos que creen en Jesucristo, que estadísticamente deben
de ser unos poquitos más, y desde más antiguo? No, no voy por el
lado del catolicismo y de las cofradías. Voy por el lado de mis
queridos y respetados evangélicos sevillanos. Por el recuerdo
del obispo protestante don Ramón Serrano, por los creyentes de
la iglesia de la calle Relator, por la herencia de Casiodoro de
Reina y de Cipriano de Valera, cuyas raíces nos descubrió el
pastor Gabino Fernández. Por los que sufrieron tela con la
Inquisición. Si a los mahometanos les regalan la mezquita de Los
Bermejales, ¿por qué no hemos de tirar media calle Relator, para
que a los protestantes cuyas iglesias quemaban los carlistones
en tiempos de Segura les fagamos un templo tal que los siglos
venideros nos tomen por justos, equitativos y saludables?
En la mezquita de los Bermejales veo algo como la reescritura de
la Historia de la guerra incivil. Con la Transición, los que
antes eran los malos en la guerra incivil pasaron a ser los
buenos y viceversa. A la UGT, a CC.OO. y muy poco a la CNT, se
les devolvió el patrimonio sindical incautado por el franquismo.
Ahora queremos devolver a los moros el patrimonio sindical de
Mahoma, incautado por San Fernando tras la Reconquista. Como
quizá sería excesivo devolverles Catedral y la Giralda como se
restituyó a Comisiones y a UGT el edificio sindical del Duque,
les damos en compensación el terreno de Los Bermejales. La mala
conciencia de una Sevilla beduina de Cabalgata devuelve el
patrimonio de Mahoma a los despojados de la mezquita aljama del
Salvador. No sé qué va a pasar el día que los romanísimos armaos
de la Macarena reclamen el patrimonio sindical de Julio César,
incautado por San Hermenegildo, y pidan la Torre Blanca, el
torreón de la Tía Tomasa y la muralla enterita y sin
jeringuillas.
Recuadros de días
anteriores
Correo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|