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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Ni son ni serán excelentísimos

Si excelente es lo que sobresale en bondad, mérito o estima, y excelentísimo quien lo es en grado sumo, hace muy bien el Gobierno apeando ese tratamiento a los altos cargos. Sobre todo a algunos, para los que el excelentísimo, más que un tratamiento, era una ironía. Proclamar a Moratinos como más que sobresaliente en méritos era una contradicción; llamar a Carmen Calvo dechado de estima, un chiste de leperos. Nada digo de llamar a Pérez Rubalcaba «excelencia». Si excelencia es bondad, grandeza, virtud, nos encontramos justamente con el antónimo de Pérez Rubalcaba.

Es lógico que en este Gobierno de desatinadísimos señores, de malvadísimos señores, de ineficacísimos señores, de derrochonísimos, rencorosísimos, desastrosísimos, mendacísimos señores, el nada excelentísimo señor ministro don Jorge Sevilla Segura haya anunciado la habitual igualación por abajo y haya mandado los tratamientos a lo que rima: «Pasó la época del excelentísimo». Pasó cuando llegaron ustedes precisamente. Lo mismo que se ha hecho una revisión no sexista del DRAE, han debido de hacer una lectura lógica del Diccionario y se han preguntado:

-¿Altos cargos y excelentísimos? Si no llegan a excelentes, ¿cómo vamos a llamarlos excelentísimos? Señor o señora, y van que chutan...

Hasta lo de señor me parece excesivo en algunos casos. Por señor, nobilísima palabra, entendemos algo muy distinto a lo que son y hacen quienes son señores únicamente en el membrete de las cartas. Han hecho como siempre. Mandan cada día más, pero gobiernan cada día menos. Y la vicepresidente del Gobierno ha presentado el «Código para el buen gobierno del Gobierno» como Moisés mostró las tablas de la ley. No hay mejor Código para el buen Gobierno que el Código Penal, donde recibir regalos es cohecho, y estamos en tiempo de cohecho de Navidad en forma de cesta con un par de cinco jotas. Anuncian esa nueva tabla de los mandamientos progresistas y en la de toda la vida borran el «no matarás» y el «no robarás», y ponen barra libre de aborto o Rafael Vera. Con la misma alegría que si anunciaran que han dado un puesto de trabajo al último parado que quedaba, o un piso al último matrimonio joven que tenía que vivir con los padres, hacen lo de siempre: anunciar las mayores tonterías con la máxima solemnidad.

Cuando los usos de la lengua están por encima de toda norma, académica o política, y en cuestión de tratamientos ponen a cada uno en su sitio. Yo no he escuchado a nadie que le llamara «excelentísimo señor» al presidente Rodríguez, y sí en cambio estoy harto de escuchar que le digan cosas peores, pero más ciertas. Toda España sabía que Pujol era «el honorable» y se lo decían hasta en Madrid. Teniendo el mismo cargo catalán, creo que regalan un fin de semana en Baqueira Beret, todo pagado, a quien demuestre que ha oído a alguien llamar «honorable» a Maragall. Porque no lo es, en la misma medida que los otros no son en absoluto excelentísimos.

¿Qué vamos a hacer ahora con tanto jefe de protocolo pagado por todos nosotros? Y quedan las Diputaciones, los Ayuntamientos, en los que no han caído. ¿Les apearán también el tratamiento? A las Excelentísimas Diputaciones que no lo son, ¿podremos llamarlas Inútiles Diputaciones? A los Excelentísimos Ayuntamientos que ponen las palabras «estupro» y «muerte» en las iluminaciones de las Pascuas de Navidad, ¿podremos llamarlos Impresentables Ayuntamientos? Por la vía del progreso habremos vuelto a los tristes tiempos del Movimiento Nacional, donde los falangistas llamaban a los altos cargos de camarada y de tú.

El excelentísimo quedará sólo a efectos de peloteo epistolar. Como aquella madre que escribió al Rector Magnífico de la Universidad recomendando a su hijo en los exámenes y puso en el encabezamiento: «Estupendo Señor Rector».



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