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Entre
los prodigios de Sierpes no debe figurar sólo el recuerdo de la
Cruz de la Cerrajería en la esquina de tal título. o la leyenda
de la serpiente que se comía a los niños crudos y con la que un
esclavo, dándole muerte, alcanzó su libertad y dio nombre a la
calle. En el número 73 de Sierpes, de Las Cuatro Esquinas de San
José hacia el Mercantil, casi frente por frente a los abanicos
de Casa Rubio, en esta ciudad de lápidas y azulejos debería hoy
ponerse un mármol que dijera: «Por obra y gracia de la calle
Sierpes, en este comercio marroquinero un republicano se hizo
Rey: don Ángel Casal y Casado, concejal del Ayuntamiento del
Frente Popular, sin abjurar de sus principios tricolores se
proclamó desde esta tienda Rey de los Bolsos, 1929-2004».
Ese mármol va a ser descubierto hoy. Un mármol de papel,
prodigio de Sevilla. La memoria de Angel Casal quedará
perpetuada en un libro que presentan en El Monte (no
precisamente del olvido) sus autores, Juan Rey, Juan Rodríguez
Centeno y Jorge Fernández Gómez: «Casal, el Rey de los Bolsos:
treinta años de publicidad en Sevilla». Unos profesores de
Comunicación salvan de la hemeroteca de ABC un tesoro único: el
mundo personalísimo, lleno de retranca gallega y de gracia
sevillana, de los anuncios que escribía Ángel Casal, donde
aparte de sus bolsos hablaba de lo divino y lo humano. Lo de
Casal era, en cierto modo, lo que ahora llaman columna. Una
columna de las Gradas, en la que Casal pegaba y pagaba su
reclamo; pasándolo por la ventanilla de Manolito el de
Publicidad Inca, le hincaba en su anuncio el diente a cuanto
ocurría en Sevilla. Cuentan que el Cardenal Segura, cuando le
llevaban el ABC por las mañanas, comentaba:
-A ver qué dice hoy Casal el de los Bolsos...
Toda la Sevilla del 40 de El Pali está en esos anuncios. La del
50 de los bolsos de plexiglás. La del 60 del Tamarguillo. La
Transición. Si en estos artículos míos encuentran ustedes guasa
y retranca, quizá sea porque me las enseñó el Rey de los Bolsos,
que me honró con su amistad. Cada mañana de domingo, Casal me
llamaba y hablábamos y hablábamos de Sevilla. A él de aquella
conversación le salía un anuncio; a mí, un artículo.
Era único y sevillanísimo este gallego republicano de derechas.
Con lo grande que es Galicia, nació en El Ferrol, como el
innombrable Caudillo. Casal vino a Sevilla en vísperas de la
Exposición, como dependiente de Casa Rubio, y se le puede ver en
alguna foto de la Reina Victoria saliendo de la tienda. Hace
ahora 75 años, se estableció frente a Rubio, sin dejar Sierpes.
Desde allí levantó con su trabajo un Reino del Bolso, con el
Alcázar de los Bolsos y el Palacio de los Bolsos. Duales
barrocos de Sevilla, Monarquía bolsillera de quien lealmente
sirvió a la República como concejal, correligionario de su
paisano Casares Quiroga y del gobernador Valera Rendueles. El 18
de julio de 1936, sublevado Queipo, Casal se fue al
Ayuntamiento, a dar la cara, a estar al lado de su alcalde
Horacio Hermoso y del pueblo que los eligió. Llegó herido desde
el tiroteo de la Plaza Nueva un sublevado capitán de Caballería
y lo atendieron. Y cuando lo hubieron curado, el tío sacó el
arma y los detuvo a todos. Casal fue a la cárcel de Ranilla.
Compartió celda con Arthur Koestler, detenido por espía rojo. Se
salvó de milagro. A pesar de ello, no odiaba a los que habían
fusilado, encarcelado o desterrado a sus amigos. A su República
le puso entonces el nombre de Sevilla. Se hizo Rey de los
Bolsos. No sé si su compadre Andrés Martínez de León, otro
republicano sevillano de derechas, o su protegido Hohenleiter,
uno de los dos lo retrataron de Rey de la baraja de los bolsos.
Cuarto Rey Mago de Sevilla, el bolsillero, el que pita, nos
tiraba cada día el caramelo dulcísimo de su anuncio en un tiempo
bastante amargo.
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