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En
estas Pascuas de Navidad, hasta los coros de campanilleros que
salen como los vencejos de la primavera por las esquinas del
centro van con el gorro de Papa Noel de los veinte duros. El
gorro de lucecitas intermitentes...
-Enhorabuena.
-¿Por qué, por el gorro?
-No, porque ha escrito usted ahí arriba lo que se ha dicho
siempre en Sevilla: Pascuas de Navidad. Y no ese plural
americano de Frank Sinatra que se lleva tanto: «Navidades».
-Como el Niño Jesús nace sólo una vez, hay una sola Navidad y
sobra el plural...
-Menos mal que hay una sola Navidad, usted... Dos no habría
quien las aguantara.
Hay una sola Navidad, como una sola Semana Santa o una sola
Feria. Eso tan americano, tan «White Christmas», de las
Navidades me suena a otro plural que da muchísimo por saco en
Sevilla: el plural de la Feria según la declinación del Ave. Ese
plural ridículo de «las Ferias» que dicen los que vienen a
marcarse unas sevillanas (otra que tal baila), a tomarse unos
vinos (otra) y unos patas negras (tela). Y nada digo cuando ese
plural del Ave hace el camino por «las ferias del Rocío» o «las
ferias de la Candelaria».
Con las lucecitas en sus gorros de Papa Noel, los campanilleros,
por las mismas americanas razones, deberían cantar: «Drink and
drink the fishes into the river». O: «Balconies are rented in
the Heavens for a wedding». Si es por lucecitas de Navidad en
singular, me quedo con las moradas de los árboles, con los
naranjos florecidos en jacarandas. Las tienen hasta los árboles
de la glorieta central de la Plaza de Cuba, la de aquella vieja
fuente con la escultura del trianero Emilio, donde cada
madrugada un señorito golfo borracho que venía ciego de alternar
con las fulimandús de El Oasis acababa con el coche dentro del
estanque.
Estas luces moradas dan el cante (por campanilleros) en San
Telmo. Mientras que el Ayuntamiento se suma a la celebración
sevillana de la Navidad, parece que la Junta de Andalucía está
por las Pascuas Laicas de villancicos prohibidos, paisajes
invernales en vez de nacimientos y otras solemnes gilipolleces
civiles. Si en Sevilla hay unos árboles estrictamente de Navidad
son los de podado cónico que están delante de la fachada
principal de San Telmo. Los que pusieron cuando la alcaldesa
Soledad Becerril no paró hasta que taló los plátanos de Indias
que había, como ahora han hecho una tala importante ante el
Pabellón del Brasil en Las Delicias o en la esquina de La
Botella para construir el monstruo de las galletas de los
Aparejadores y de Montaner.
En esta ciudad de los árboles encendidos en ascuas de Pascuas,
llegas a San Telmo y están sus nórdicos y cónicos arbolitos
navideños más tristes que Serra Ferrer ayer o que siempre el
solitario policía de guardia en la puerta del Foso. ¿Es que no
tiene usted dinero para poner tres bombillitas, señor Chaves?
No. Como no lo tiene para darle un blanqueo a la fachada, más
abandonada aún que la tenían los curas cuando aquello era
Seminario. A los balcones de San Telmo hasta se les ve el rojo
del minio, de la pintura descascarillada. Y mientras Chaves
tiene así esa fachada que sin árboles delante se nota más, ahora
presupuesta 38 millones de euros (6.322 millones de pesetas)
para que Consuegra siga haciendo perrerías postmodernas con el
monumento barroco y romántico. Nada, con 38 millones de euros no
hay un duro para un blanqueo. Y menos para poner unas luces en
los árboles más de Navidad de toda Sevilla.
-¿Sabe usted por qué los árboles de Navidad de la fachada de San
Telmo no están adornados con lucecitas? Hombre, clarísimo. En
esos árboles se ponen los regalos, ¿no? Y como Chaves ha sido
malo, este año Papa Noel le traerá carbón en su Navidad Laica. Y
si ponen lucecitas en esos arboles nórdicos de San Telmo se va a
ver la tizne del carbón todavía más que los desconchones de la
fachada...
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