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Viajas
por el mundo. Estás en Tejas, en Baviera. Llegas a una pequeña
ciudad y te dicen que hay un museo local muy digno. Lo visitas.
Y, zas, te das de cara con una Virgen murillesca, un fraile
zurbaranesco, un santo de Alonso Cano, totalmente nuestros. ¡Y
tan nuestros! Miras el catálogo y no falla: el Murillo, el
Valdés Leal eran de una iglesia andaluza, de un convento. El
mariscal Soult lo robó cuando la invasión francesa y se lo llevó
a Francia como botín, para su colección particular. Andando el
tiempo y rodando las herencias, ese museo americano, esa
fundación alemana, compraron el cuadro en una sala de subastas
de Londres o Nueva York por una porrada de millones. Saqueo de
Andalucía consagrado y perpetuado por los tiempos, sin nadie que
protestara.
Si Carmen Calvo, como consejera de Cultura, hubiera aplicado a
Andalucía y a su patrimonio histórico-artístico todo el urgente
ardor y complacencia que ha empleado como ministra de Cultura
para agradar a Cataluña y ceder al chantaje en sesión continua
de sus republicanos separatistas, a esta hora habría salas y
salas del Museo del Prado medio vacías; lienzos enteros de
paredes de El Louvre sin un solo cuadro. La clave es muy
sencilla. Si, convocada por la señora Calvo Poyato, la comisión
de expertos (de expertos en decir lo que quieren que digan) ha
dictaminado que los papeles catalanes del Archivo de Salamanca
deben volver a Barcelona, por la misma regla de tres, deben
volver a Andalucía, pero urgentemente, como las balas, como las
bombas que tiran los fanfarrones, todos los cuadros que robó,
mangó, expolió, saqueó, desvalijó, rapiñó de iglesias y
conventos de nuestra tierra, cuando la Guerra de la
Independencia, el mariscal francés Nicolas Jean de Dieu Soult,
duque de Dalmacia, jefe del Segundo Cuerpo de Ejército de
Napoleón y uno de los mayores rateros que ha conocido la
Historia: pedazo de ladrón con entorchados, casaca y bicornio.
Esos cuadros fueron siempre considerados como propiedad del
Reino de España, nunca de Andalucía. Punto en el cual nuestra
autonomía tampoco ha valido un pimiento. Como ejemplo del máximo
robo de Soult podríamos poner la más famosa Inmaculada de
Murillo, la que viene en las estampas de primera comunión y en
los almanaques, la que se tiene como iconografía más clásica de
la Purísima. Cómo sería el mangazo que el mariscal gabacho pegó
con ese cuadro que es conocido como «La Inmaculada de Soult».
Esa Inmaculada estaba en Los Venerables de Sevilla, para donde
la encargó Justino de Neve. Soult le echó el ojo, y como donde
ponía el ojo ponía el robo, se la llevó a Francia. Dando tumbos
por allí por Francia, acabó en El Louvre. Hasta que en 1941 fue
devuelta a España. ¿Y se imaginan dónde volvió el cuadro? ¿A Los
Venerables? Frío... ¿A Sevilla? Frío... ¿A Madrid? ¡Caliente!
¿Al Museo del Prado? ¡Que te quemas! ¿Dijo Sevilla algo? Ni pío.
Y encantados todos de que el cuadro se hubiera ido a Madrid.
Está tirado hacer la comparación. Si la Purísima murillesca
hubiera sido expoliada por Soult en Barcelona, antier hubieran
consentido los catalanes que se la llevaran al Prado... Hacía ya
lustros que estaba ya de vuelta (quillo, que es de Huelva) en el
lugar de donde fue robada, como tenía que estar en Sevilla y en
Los Venerables. Y nada digo de otros expolios. Si el patio
renacentista de Los Vélez que está enterito en el Museo
Metropolitano de Nueva York fuese catalán, hasta la última
piedra hubieran devuelto ya. Así que puestos a reclamar cada uno
lo suyo, me pido como andaluz y como sevillano que devuelvan la
Inmaculada de Murillo que nos robó Soult primero y El Prado
después. Antes que México pida que le devuelvan del Archivo de
Indias los papeles del Virreinato de la Nueva España y Carmen
Calvo se los dé, me pido para Sevilla la Pura y Limpia de
Murillo que, como media Andalucía, nos robó el ladrón de Soult.
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