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El
nacional-laicismo no es nada nuevo. Llevamos todo el curso
recibiendo lecciones de nacional-laicismo. Con sus
correspondientes clases prácticas. En esas prácticas, por
ejemplo, al Cardenal cada vez lo van relegando más en el
protocolo. A pesar de la inmensa mayoría sociológica de
católicos, a este paso el Cardenal acabará estando en el
protocolo...
-Pues se lo voy a decir: detrás del presidente de la Peña
Trianera, aproximadamente.
En tales lecciones, Chaves anunció al inaugurar el curso, por
septiembre, que
la
jerarquía eclesiástica debe acostumbrarse a que el Estado es
laico. En la segunda lección, la de Montensión, el alcalde
dijo: «Las
cofradías son una celebración esencialmente de emociones».
Nosotros, en los apuntes de clase, escribimos: «Ellos, ellos son
los que no se acaban de acostumbrar al laicismo. En cuanto oyen
un tambor, corren que se las pelan a coger la vara dorada...»
Añadimos: con la complacencia de las cofradías. Y añado: en la
sociedad subvencionada. El Ayuntamiento subvenciona a las
cofradías tela: tela de ruán. Gasta anualmente algo más de 2
millones de euros en Semana Santa y en hermandades. Las sillas y
palcos, concesión municipal, dejaron al Consejo 2.590.362 euros.
Y viendo el dinero en la caja, ante el nacional-laicismo suena
en casi todas las mayordomías y en la calle San Gregorio la
saeta de Centeno: «Silencio, pueblo cristiano».
Quizá haya otras, pero he encontrado una cofradía que no es de
este subvencionado silencio: Montserrat. En su último boletín
viene un editorial con la postura de la hermandad, que rompe
tanta ojaneta con tambores y cornetas y tanto mirar a la
presidencia de los palcos ante el laicismo. Dice así: «Las
fechas que se avecinan serán días de interesantes encuentros de
emociones para buena parte de los gobernantes políticos, y
laicos, de nuestra autonomía y de nuestro ayuntamiento.
Autoridades políticas que recurren a juegos literarios para
justificar su laica presencia en cultos católicos, intentando
hacernos ver, a nosotros que somos los convocantes, que ellos no
están en tales cultos, sino que han acudido a un encuentro de
emociones. ¡Qué mala jugada nos hizo nuestra mente al hacernos
creer que aquel acto era un oficio católico, con sus imágenes,
con su oficiante, con el pueblo! Nuestras autoridades políticas,
y laicas, parece que se avergonzaran ante sus correligionarios
de lo políticamente correcto, del laicismo rampante, de
compartir con nosotros los cultos y parece como si necesitaran
justificar su presencia en ellos ante sus compañeros. Bien, pues
esos mismos que proclaman el nuevo laicismo, esos mismos,
aparecerán en tropel en nuestras iglesias y capillas, llegarán
para hacerse la foto correspondiente portando una vara en la
presidencia de un paso, entregando un ramo de flores, cogiendo
un martillo, o portando sus mejores galas en el Santo Entierro.
Son los mismos que no se cansan de hablar de separación
Iglesia-Estado, de que las instituciones públicas de España,
laicas por supuesto, no deben mezclarse con los temas
religiosos, bueno mejor dicho, con las celebraciones católicas.
Entonces, ¿por qué vienen en representación de sus cargos
políticos, y laicos? ¿No será porque los católicos no somos tan
pocos? ¿No será porque temen perder nuestros votos? Ah, es
verdad, no van a acudir a actos religiosos, compartirán
emociones. Ahora resulta que no nos enteramos, que nuestras
estaciones de penitencia que creíamos, confundidamente, que eran
actos religiosos, sólo son encuentros de emociones. Resulta que
ese rezo público que los católicos hacemos durante la Semana
Santa en Sevilla no es tal, es simplemente un encuentro de
emociones. Y nosotros sin saberlo.»
Hermanos de Montserrat: eso es proclamar la Fe (perdón, las
emociones) como la muchacha del Viernes Santo en vuestra
cofradía romántica. Ole ahí. ¡Con dos... leones como dos
castillos del manto isabelino de la Virgen de Montserrat!
Sobre este tema, en El Recuadro:
"Acostumbrense ellos al laicismo"
"Nada,
que no se acostumbran"
Recuadros de días
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