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España
entera se ha equivocado con el saludo famoso de Bush a ZP. Hubo
un error de transcripción. Dijo Bush la frase en un castellano
como de Los Morancos cuando hacen de mormones. En la versión
aceptada hasta ahora, tal frase era:
-Hola, ¿qué tal, amigo?
Estaba mal transcrita. Parándola en el vídeo de la CNN he
comprobado que hay una coma bailada y falta una mayúscula. No
fue un saludo. Fue una pregunta. Lo que hizo Bush fue
preguntarle a ZP:
-Hola, ¿qué tal Amigo?
Amigo Vallejo, por supuesto. El cardenal de Sevilla. Lo que no
se ha conocido es lo que respondió ZP a Bush, que fue:
-Pues muy bien, allí en Sevilla, con socialistas en la Junta, en
la Diputación y en el Ayuntamiento, y con el personal deseandito
que lo hagan Papa.
Suenan campanas en La Campana y Bush las ha oído junto a la de
Filadelfia. Algo le ha tenido que soplar Jerry Johnson, el
cónsul americano en Sevilla. Por ejemplo, lo que Sánchez Dubé le
ha dicho al secretario de Su Eminencia, al famoso Hermano Pablo:
-Si los llaman a Roma para el Cónclave de elección de Papa, no
saquen billete de vuelta, hermano Pablo.
Cuando Amigo era arzobispo, Sevilla lo quería Cardenal. Ahora
que ya es Cardenal, Sevilla lo quiere Papa. ¿Dónde hay que
firmar? Anda que iba a dar malamente de Papa, Maribel Moreno de
la Cova... No digo ya por el fachón, sino por su rodaje para la
película que siempre se proyecta en el Vaticano: «Tiempos
modernos». O la suya preferida: «Solo ante el peligro». Que le
echen intrigas de la Curia vaticana a quien ha tenido que bregar
con los capillitas. Y que le echen problemas de nuestro tiempo a
quien tuvo que vender San Telmo a los socialistas sin que las
señoras de Los Remedios se le fueran en tropel al Palmar de
Troya. Es alto el cardenal, ¿no? Pues más largo es todavía. Y
más hondo. No lo digo a humo de pajas, sino como Hermano Lobo
particular del franciscano, y tras leer el manuscrito del libro
«Cardenal Amigo: perfil y pensamiento», que en unas semanas
publicarán Carlos Navarro Antolín y Alfonso Pedrosa Elbal. De
los anteriores cardenales, de Spínola, de Segura, tenemos
retratos pictóricos o literarios. De los antiguos, un cuadro de
Velázquez o un libro de Velázquez y Sánchez. De Amigo tenemos un
largo autorretrato dialogado en este libro que leo mientras en
Roma la ley de la vida vuelve a cantarle a Juan Pablo II la
misma sevillana de la mañana de Sor Angela: «Algo se muere en el
alma cuando un amigo se va».
-Que las carga el diablo, usted...
-¿El qué?
-Las frases. Esta que ha puesto usted es como la de Bush: «Algo
se muere en el alma cuando un amigo se va», ¿no? Póngale usted
una mayúscula a ese Amigo que se va con un billete de avión a
Roma, y verá que es una sevillana multiuso. Lo mismo sirve para
despedir la vida de un Papa que se va apagando el pobre como una
lamparilla, que para despedir como cardenal de Sevilla a un
Amigo a quien estamos proclamando pontífice por el rito del
jarrillo de lata.
En El Museíto, los capillitas conspicuos de las claves de
Sevilla pueden haber adivinado el pleno al 15 de la quiniela del
Espíritu Santo. Entre platas de varales, al cardenal le han dado
un humilde, franciscano jarrillo de lata de costalero. Bien que
le estamos dando la lata de papable al cardenal, con jarrillo o
sin él, queriendo darle la levantá: ¡al cielo de San Pedro con
él! Sevilla quiere ser cervantinamente «Roma triunfante en
ánimo», palpar un papable. Para la Iglesia universal del siglo
XXI, el franciscano que convivió en Tánger con los mahometanos,
vivió en Hispanoamérica la otra cara de la globalización y
vistió en Sevilla a las mujeres de nazarenas sería tan útil y
apañado como lo que le han dado: como un socorrido jarrillo de
lata.
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