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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Potra y Gandía hablan de un santo

¿Se me oye bien? Espérate, me voy a mover de sitio, a ver si se oye mejor, ¿ahora? ¿Que quién soy? ¿Quién voy a ser, joé? Tu amigo Miguel, Miguel Criado Barragán, hijo de legítimo matrimonio, y no como otros, que no conocen a su padre. Que te llamo para darles a muchos sevillanos la razón. ¿Pues no que acaba de llegar aquí arriba el Padre Leonardo y no veas la que le han formado? Yo he visto salir a muchos toreros a hombros, valiendo y sin valer, con orejas regalás y con orejas de ley, en Sevilla, en Madrid, en Pamplona. Pero lo que no había visto nunca, joé, esto sí que es grande, es entrar a nadie a hombros en un sitio. Y yo he visto que al Padre Leonardo, será mamón el cura, lo han entrado aquí en el cielo a hombros. Y tú sabes que aquí la puerta no se la abren a nadie así como así, esto es mucho más difícil que la plaza de Sevilla. Ahí se sale con tres orejas, pero aquí no se entra por la Puerta del Príncipe de la Iglesia, vamos, por la Puerta de San Pedro, como no sea habiendo cuajado el toro de una vida entera. Y este puñetero cura lo ha debido de cuajar, porque no veas el cartel que tenía aquí arriba antes de llegar, y cómo lo han entrado ahora, la gente tocándole las palmas por la calle, ole, ole, ole.

Mira cómo será la cosa, que yo entré precisamente por el cartel que aquí tiene Leonardo. Llegué después de aquello de la plazalostoros, y va y me dice San Pedro en la puerta de contaduría, porque yo fui de puerta de contaduría, yo de puerta grande, nada más que la del Morito, ni soñarlo, va y me dice San Pedro:

- Ah, usted es el célebre Potra. Ya nos ha hablado mucho de usted el Padre Leonardo: de las cajas que le mandaba usted todos los años para sus presos y sus gitanos, y del dinero que le soltaba usted así por debajo para Cáritas. Pase usted, señor Potra, pase usted...

Entré por la puerta de contaduría, pero entré. Gracias a lo que Leonardo le había largado de mí a San Pedro, como le largaba de toda la gente del toro que lo ayudaba. Y nada más entrar, todos, don Eduardo Miura, Manolo González, mi padrino Juan Belmonte, todos venga a preguntarme por el cura, que si el cura esto, que si lo otro, que si los costaleros de Cristo, que si los presos, que si aunque es canónigo es un cura que no pega el mangazo. No veas qué cartel tenía ya Leonardo aquí. Y pensar que yo me lo tomaba a cachondeo, hasta la última vez que lo vi, cuando fue a darme el oficio para que entrara aquí de gañote. Se me presenta en el hospital con aquel seminarista peruano, y voy y le digo:

-- A otros podrás engañar, pero a mí no, Leonardo: yo sé que éste ni es seminarista ni es ná, que éste es un hijo tuyo. -

Y el cura: «¿será mamón este Potra, tus mulas toas, que ni en la taquilla del verdadero sol alto dejas de tener tan poca vergüenza, Miguel?» Ya sé, ya sé el cachondeíto que os traíais los dos conmigo cuando yo me vine. Eso que decíais: que El Potra era un santo, el santo de menos vergüenza de la Historia Sagrada. Sí, santo... ¡Un mojón pá mí! Boquita de cangrejo. Santo, Leonardo. Un pedazo de cura, de verdad, por derecho, y no como tantos sinvergüenzas con sotana, dando la cara, dando el callo, sin nada para él y todo para los demás. Pero, hijo, la otra mañana, con la Macarena en la calle todavía, oigo ese barullo tan grande, de taco armado, y voy y le pregunto a Paco Gandía, que estaba en la barra de Becerra de aquí arriba: ¿qué es eso, que es lo que viene ahí, Paco? Y me dice Paco: ¿qué va a ser, Miguel? El Padre Leonardo, que como ha estado enorme, lo traen a hombros los enfermos y los gitanos por el Paseo Colón, y lo van a entrar por la puerta grande de los verdaderos santos de Sevilla. Y yo creo que le van a tener que echar un poquito de tres en uno a esa puerta, porque no se abría desde lo de Sor Angela.


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