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¿Quién
ha dicho que nos estamos quedando sin personajes populares y
que Vicente el del Canasto no está por ahí con su mano en la
frente a modo de visera, esquivando coches? Vicente está,
porque Sevilla le ha levantado un monumento ecuestre. ¿Han
visto la estatua del caballito, en el llamado Puente del
Indio? En realidad es el monumento a Vicente sin Canasto. Así,
como está el indio, es como Vicente zigzagueaba entre los
coches, canasto al brazo: con la mano de visera en la frente,
buscando siempre a su padre, cuentan que se lo llevaron para
fusilarlo. Lo que ocurre es que, para darle más prestancia, a
Vicente lo han puesto a caballo. No es el Puente del Indio. Es
el Puente de Vicente sin Canasto, ecuestre.
¿El Indio de Las Tres Mil, dice usted? Vale también: dos por
el precio de uno. Porque Sevilla sigue produciendo cervantinos
personajes callejeros. Pirandelianos personajes en busca de
autor. Nadie le ha sacado punta literaria a Abelardo el de la
plazalostoros. Llegada le es su hora. Abelardo tuvo el domingo
sus cinco minutos de gloria excelsa.
Cada corrida de abono, Abelardo viene puntualmente a Sevilla
desde Constantina. Le llega al Arenal como la nieve del pozo
de Constantina. Personaje con guasa. El último de la fila de
un mundo con tanta guasa como el toro. Nervioso, medio majara,
un ajado traje azul marino con las solapas llenas de
escuditos, su retrato de Franco en la cartera, una velocidad
de luz por toda la plaza. Ahora está Abelardo en el Uno,
llamando la atención. Ahora por la puerta de arrastre. Ahora
recorre el Once en un alboroto. De su pasado se cuentan más
historias que de la pérdida del brazo de Valle Inclán. Cuando
las primeras motorolas, apareció con un teléfono móvil de los
veinte duros y se puso a ronear de broquer del Ave junto a
mulilleros y matarifes:
-¿A cuánto dices que está la arroba de cochino? ¡Compra! Y por
ese precio la libra, cómprame todas las ovejas que te
ofrezcan...
E inmediatamente, yéndose para el Dos como si le fuera la vida
en ello, gritaba al pasar por los capotes:
- ¡Manili, el que tiene que venir aquí es Manili!
El domingo, Abelardo tuvo sus cinco minutos de gloria. Como la
plazalostoros tiene también su Cecop, son tan estrictos los
controles que no pueden entrar de válvula quienes los
revisteros taurinos llaman irónicamente capitalistas: los que
sacan a los toreros a hombros. Los costaleros profesionales de
la gloria. Ya no hay costaleros profesionales en las cofradías
y tampoco para sacar a un torero a hombros por mil duritos.
Tras el triunfo hondo de El Cid, dadas las dos vueltas
triunfales y peatonales al ruedo, llegada fue la hora de que
lo sacaran a hombros por la Puertalpríncipe. Pero no estaba
esperándolo la cuadrilla de los profesionales taurinos. ¿A que
van a tener que venir los hermanos costaleros para sacar a los
toreros? Se acaba la afición al costal taurino porque no hay
jambre. ¿A qué van a tener que sacar a El Cid con ruedas, como
quería para las cofradías el tío de Manolito Ponce? Menos mal
que apareció Abelardo. Más solo que la una. El Cid no salió
por la Puertalpríncipe porque cortara tres orejas, no: salió
gracias a que apareció Abelardo. Si no es por Abelardo, El Cid
no sale, como no fuera andando, porque no había quien quisiera
meterse bajo las trabajaderas de sus piernas. El escuchimizado
Abelardo llegó y se lo echó a los lomos como pudo,
tambaleante. La vuelta al ruedo no tuvo nada de triunfal,
estábamos con el alma en un puño: verás tú el Cidazo que va a
pegar Abelardo con el torero... A punto estuvo de tirarlo al
suelo de boca. Menos mal que cogió por fin la querencia de la
puerta y El Cid pudo salir directamente a la portada de ABC.
La Puertalpríncipe no da ya al Paseo Colón. Da directamente a
las portadas de los periódicos y a los telediarios. Gracias a
Abelardo.
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