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SComo
creo que ya no existe, y si existe está hibernado, aquel
Seminario Permanente del Habla Andaluza que creó la Junta,
suelo tirarme de espontáneo para el laudetur de nuestra
lengua. Semanas atrás hablé de nuestros leuros, del pregón de
la gitana en el mercadillo:
-¡Marías, las chemìs lacós a tres leuros!
Hay más afición de cuanto creemos por nuestra habla. Tras
aquel artículo en leuros, un lector con tan buen oído como
sólida formación filológica, don Francisco Ríos Álvarez, desde
Bollullos de la Mitación me saca de dudas:
«Si un ateniense del siglo V quería decir "veinte años",
debiera haber dicho "éikosi ete". Pero como eso se le
atragantaba, decía "éikosinéte", poniendo una N donde más se
necesitaba y se quedaba tan fresco; ya vendrían luego quienes
dijesen que era una "ni" eufónica para evitar el hiato. Pero
si una vieja andaluza dice ocho "leuros", decimos que está mal
pronunciado, o sea malamente dicho, y nos quedamos tan
frescos. Pues no, señor: es una L eufónica. Años me costó
enterarme de qué clase de pájaros eran los "lánzares" que
pasaban por mi pueblo en otoño. ¿Qué sería un lánzare? Pues
está muy claro, suprímase la "l" eufónica, sustitúyase la z
por la s, quítese la e final y nos quedaremos con el
castellano ánsar. Menos mal que por ahí por el extranjero
desconocen las leyes de la fonética andaluza; si no, a alguien
le hubieran llamado José María El Lánzare. Aunque nos parezca
extraño, es posible -como usted sabe mejor que yo- que la
pronunciación andaluza se hubiese convertido en la forma
oficial de hablar castellano si los reyes no hubieran
abandonado la sana costumbre de Pedro el Cruel de residir en
el Alcázar de Sevilla. Y más que el Rey Sabio ya había optado
por simplificar la escritura y Nebrija era de donde nacen los
cántaros. Además, que con tanta sigla y tanto neologismo se
nos está haciendo la mente -o lo que sea- un lío. Protestaba
una vieja de mi pueblo porque había subido el pan; le dijo el
panadero: "Pues va a ser peor cuando pongan el Iva". Y
contestó la vieja: "Que pongan a quien quieran; por malamente
que lo jaga el Liba eze, peó que los que están ahora no va a
zé"».
El habla andaluza es una fuente de creación y aciertos. En un
telediario, hablaban de un problema de viviendas. Preguntaban
a un vecino:
-¿Usted es el propietario de piso?
Dijo:
-No, yo soy el alquilino.
Ole. Si el inquilino alquila el piso, ¿por qué va a ser
inquilino? Es alquilino. Y hay un fallo en el habla sevillana
que me planteó la otra noche María Teresa Campos y que someto
a esta Aula Abierta del Habla Andaluza. Me matizó:
-Soy malagueña, pero no boquerona.
Es como si hubiera nacido en Huelva y me dijera:
-Soy onubense, pero no choquera.
O si en Cádiz:
-Soy gaditana, pero no gadita.
Estas ciudades andaluzas tienen un gentilicio dual, que se
aplica a lo rabiosamente local y castizo. El gadita es el
gaditano que muere por el Carnaval, la Semana Santa, el Cádiz,
la Caleta y hasta los juanillos. El choquero, el onubense de
Virgen de la Cinta, Conquero, Recre, Colombinas y hasta ver
los barcos venir al amanecer del día. Boquerón, el Banderas
malagueño que sueña con tronos, feria de día y de Los Teatinos
y permanencia del Málaga. Pero, ¿y el sevillano intenso,
intenso que muere con cofradías, Feria, Rocío, Velá, Corpus,
Virgen de los Reyes y Cabalgata? Capillita no es; ni kapillita,
como acuñó Carlos Colón. Sevillí tampoco: eso lo dice un
valladolí malage que ejerce de madridí. No es cofrade. Ni
kofrade. ¿Jartible quizá? ¿Agonía? A ver si usted tiene mejor
oído y nos lo dice: si en papel, a las señas de ABC; si en
correo electrónico, al buzón de www.antonioburgos.com.
Permanezcan atentos a la pantalla. Seguiremos informando.
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