|
-
No
paran, no paran con los cambios de nombres en el callejero.
Muchos son necesarias novedades. Cada día se abre en Sevilla
una calle de nuevo trazado niculoso-ursaonés (de Nicolás
Osuna, vamos), o viapoleño, o de Noriega, o por el rito del
nuevo santo inmobiliario, San Docán, y hay que dar nombre a
esa vía.
-Las cosas de la vía...
En los azulejos de las nuevas esquinas hay muchos nombres como
del credo legionario o del sajumerio adulador de mitras: «Con
razón o sin ella». Y junto a los nombres (bastante opinables
algunos) de las calles de nueva apertura, la revisión del
callejero a la luz falsa de la manipulación que llaman Memoria
Histórica. Es como si la Transición aún no hubiera terminado,
como si Franco hubiera muerto ayer por la mañana. ¿Todavía con
la goma de borrar dictaduras, hijos míos? El primer
Ayuntamiento de la democracia, con Luis Uruñuela y con mucho
tacto, ya lo fizo. Borraron de las esquinas los nombres de la
dictadura. De las esquinas, no del habla. El callejero
dictatorial nunca arraigó. La Plaza de San Francisco fue de
Falange Española sólo en la tablilla del tranvía. Aquello
siguió siendo Plaza de San Francisco. La Magdalena nunca fue
Plaza del General Franco; siempre La Magdalena. La Avenida,
nunca de Queipo o de José Antonio, según los tramos; fue
siempre La Avenida. Recuerdo un chiste de periódico de tiempos
de Uruñuela, en el que dos sevillanos, entre la Casa de los
Guardiola y la Fuente de los Meones, comentaban:
-Hay que ver el acierto que ha tenido el Ayuntamiento, que le
ha puesto Puerta Jerez a la Puerta Jerez...
Que nunca fue Plaza de Calvo Sotelo. Y quedaron recuelos
dictatoriales en el callejero que no hacían daño a nadie.
Entre otras cosas porque nadie sabe quiénes fueron esos
personajes. Tal le pasaba junto a la Plaza Nueva al Teniente
Coronel Seguí. Don Juan Seguí Almuzara (1885-1936), un militar
de los nacionales muerto heroicamente al comienzo de la guerra
civil, daba nombre a la antigua calle Valencia, la que va
desde la Plaza Nueva a Albareda. Para entendernos: la esquina
de Loewe. Cuando en el XIX se derriba el convento Casa Grande
de San Francisco y se reordenan sus terrenos, formando la
Plaza Nueva, rotulan las calles resultantes con provincias
españolas: Madrid, Bilbao, Badajoz, Barcelona, Zaragoza. Y a
ésta, Valencia. Le dura poco el nombre, apenas treinta años.
En 1895 se llama Bermúdez Reina, en honor de ese alcalde. La
II República lo cambia por Nakens, José Nakens Pérez
(1841-1926), escritor anticlerical sevillano. En 1936, Nakens
a tomar por saco: le ponen Teniente Coronel Seguí. Ahora,
¡militares fuera!. Y ¿qué ha hecho el Ayuntamiento con el
nombre de la calle? ¿Volver a llamarla Valencia, que era lo
lógico, en la recuperación del callejero histórico? De
Valencia, nada: que allí manda el PP. Vamos a ponerle nombre
de provincia, sí, pero de las nuestras: Jaén, que es donde más
se vota al PSOE de toda España. Jaén, que de Jaén es Gaspar
Zarrías, el nuevo virrey sevillano de las charlas por Radio
Sevilla, perdón, en la SER, en Localia e islas adyacentes: las
islas del Canal (Sur).
Y Jaén le han puesto. Dirán que en el ínterin, de 1895 a 2005,
a Valencia ya le pusieron una calle. ¿Saben dónde? ¡En San
Jerónimo! Así que como Valencia ya tiene su calle, le ponemos
Jaén, con la coartada de la Casa de Jaén y de la colonia
jiennense (con el bote cerrado), pero en honor de Zarrías.
Ponerle Gaspar Zarrías iba a ser demasiado fuerte. Por eso le
han puesto Jaén. Pero ni Valencia, ni Jaén, ni Teniente
Coronel Seguí, ni niño muerto. Según el verdadero callejero
sevillano, el que siempre siguió diciendo Magdalena y Puerta
Jerez, Jaén seguirá siendo La Calle de la Esquina de Loewe. No
de Shaw el joyero, no: de Loewe.
¿Sacordáis? Pues sacordaréis.
Recuadros de días
anteriores
Correo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|