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Ese
ministro con nombre de consejo regulador, Montilla o Moriles,
algo así, quiere hacernos japoneses. Los japoneses, para
cumplir el protocolo de Kioto y que el aire acondicionado no
gaste energía ni contamine, han prohibido la refrigeración en
las oficinas. Dicen que mejor que poner el aire acondicionado
es ir fresquitos, sin chaqueta ni corbata. Y abrir las
ventanas con arte, para que haya corriente y sople la mareíta.
Y ha dicho también el ministro con nombre de consejo regulador
que con esta ola de calor, y para que no haya apagones, hay
que hacer ante las grandes emergencias.
-Que cada uno rece lo que sepa...
No, porque este Gobierno es laico y laicista. Eso les pediría
el cuerpo: rotativas a la Virgen de la Luz para que
Sevillana-Endesa no nos deje a dos velas. Como no pueden,
porque su religión laica se lo prohibe, proponen lo de
siempre: que gastemos menos luz. Y al que gaste más luz de la
cuenta, le van a meter una crujía en el recibo que se va a
mear la perra. Recomiendan que se pongan bombillas de bajo
consumo, que se apaguen las luces, que la nevera se abra poco.
Y que de aire acondicionado, lo mínimo.
¡Me encantan estas soluciones del Gobierno! ¿Que en el
invierno hay temporal y dos cuartas de nieve en la carretera
de Cazalla? El Gobierno nos recomienda paternalmente que no
nos metamos en carretera, y nos recuerda que como en la casa
de uno no se está en ninguna parte. ¿Que hay una epidemia de
gripe y las urgencias de los hospitales están tan acolapsás
como La Palmera con la Copa del Betis o las Puertas de Tierra
con la vuelta a Primera de ese Cádiz, oé? Pues se le dice a la
gente que aquí se prohibe que nadie se ponga malo hasta nueva
orden y punto. Punto pelota, como dice la moda de Madrid. Con
las calores y los apagones, lo mismo. Que no se ponga el aire
acondicionado. A sudar se ha dicho. Que canten por la Piquer
esos sobacos. Y de duchas, poquitas, ¿eh?, que si lo de la luz
está malo, ni te cuento lo del agua. Andamos cortitos con ídem
en materia de los cuatro elementos: la luz, con apagones; el
agua, con restricciones; la tierra, con unos escándalos de
recalificaciones que ni te cuento. El fuego, el fuego es lo
único que nos sobra. Esos incendios forestales que queman
media provincia de Huelva y no hay progre que saque una
pancarta en plan «nunca mais» contra Chaves, cuando aquí hemos
tenido no un chapapote, sino dos: Bolidén y el fuego de
Huelva, y nadie ha dicho nada, no vaya a ser que pierda el
empleo o la subvención, o que la Junta le deje de comprar
cosas a mi empresita.
Espero que todas las letras de este artículo se lean bien,
porque lo estoy escribiendo con el aire acondicionado apagado
y los goterones de sudor se me caen sobre el papel, de tal
modo que se le corre el rímel a la gramática. Sin aire
acondicionado, con la ventana abierta, abanico en mano, en
camiseta, evoco nuestra fenecida cultura de la calor. Comparan
estas calores con las de hace 40, 60 años. Entonces las
fachadas de los bloquee de pisos no estaban, como ahora,
tapizadas de aparatos chinos, japoneses y coreanos de aire
acondicionado. Con un ventiladorcillo se aviaban nuestros
abuelos. ¿Cómo lo podían aguantar? Pues lo aguantaban. A base
de sandía, de búcaro y de nevería del cine de verano. Entonces
Sevillana no tenía el menor problema. Era Sevillana de
Electricidad y no Sevillana Endesa como ahora. Antes nos daba
electricidad, como su mismo nombre indicaba. Electricidad que
no se gastaba ni en la nevera, que funcionaba a base de las
barras del carro de la nieve. Ahora, como su mismo nombre
indica, Sevillana nos da Endesa: apagones, disgustos, y los
langostinos del congelador estropeados. No se lo digan a
nadie, pero en el lenguaje de la Segunda Modernidad de Chaves,
Endesa significa Apagón. Currito no puede darle al botoncito
porque, plas, saltan los plomos. Ojú, el de la luz...
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