|
-
Pemán
escribió unos versos redondos como un mostachón que decían,
con toda la gracia: «Sevilla tiene que tiene,/tiene una torre
señera,/pero no tiene que tiene,/la Consolación de Utrera».
García Lorca dijo: «Sevilla tiene una torre/llena de arqueros
finos». Y Rafael Montesinos: "Sevilla tiene una torre/y en esa
torre yo he escrito/junto a mi nombre otro nombre». Ni Pemán,
ni Lorca, ni Montesinos tuvieron que decir qué torre era. Nos
lo aclaró, quizá, Gerardo Diego por lo culto y geométrico:
«Giralda en prisma puro de Sevilla». O Fernando Villalón por
el pellizco de lo popular: «Giralda, madre de artistas,/molde
de fundir toreros». Y Juan Ramón Jiménez, cuando la vio desde
esos perfiles que favorecen a la gran señora en forma de
torre, dijo sensualmente que la Giralda era toda de carne
rosa.
He citado de memoria un chaparrón de poemas sobre la Giralda y
ahora que estamos en los cinco minutos de fama que le
corresponden a su hermana pequeña y gorda, a la fea de la
familia, a la torre menor que la torre mayor, me pongo a hacer
memoria y no me sale ni un solo verso sobre la Torre del Oro.
No es oro todo lo que reluce en ella. Entre las dos hermanas
del cielo de Sevilla, la Giralda se llevó la fama, el símbolo,
el icono. La Historia le dio el tercio de mejora. A la pobre
Torre del Oro, rechoncha, gordita, no le dejaron nada: «Yo soy
la otra,/la otra...» A la Giralda, ¡venga versos! Una
antología entera del 27 puede hacerse con los que les
dedicaron, pues a los citados añadan Romero Murube, Sierra y
Laffón. En cambio, a la Torre del Oro, cuatro coplas tópicas,
rimando Oro con moro y con toro, naturalmente.
-Vamos, que a la Giralda le escribe Juan Ramón Jiménez, y a la
Torre del Oro, Juan de Dios Pareja Obregón...
Usted lo ha dicho, no yo. O le escribe El Pali. O le escribe,
más que El Tostado, la copla anónima: «Arenal de Sevilla y olé,/
Torre del Oro...» Cuando quieren entregar un premio con el
símbolo de Sevilla, dan el Giraldillo, nunca la Torre del Oro.
Ahora restaurada. ¿Restauración o cirugía estética? Dos
mujeres, Cristina Borrero y María Caballos, se han ocupado de
esta otra mujer, de la Torre del Oro. Mujer maltratada.
Informaron de las perrerías que le han hecho a la torre de lo
largo de los siglos y es como un balance de malos tratos.
Quizá por su carácter civil de torre albarrana, que hasta el
nombre es feo, hemorroidal. ¡Lo mismito que la otra, que es
alminar de almuédanos labrado por alarifes! Sevilla es ciudad
religiosa, donde las torres y las espadañas son solemnes
protestaciones de Fe en el cielo, empezando por la Giralda.
Hay pocas torres civiles. La Torre de Don Fadrique, la Torre
de los Perdigones, las torres de la Plazaspaña, la torre de la
Universidad Laboral, Torre Schindler en la Expo, la Torre de
los Remedios y pare usted de contar. Una torre sin campanas
como la del Oro no encaja en nuestra estética barroca. Eso es
de Cádiz, de la Torre Tavira, de ver los barcos venir. La
Torre del Oro tuvo que emigrar a la Montaña con los marineros
de Bonifaz que la conquistaron para ganarse los honores del
escudo de Santander y la heráldica de Cantabria. Aquí no está
representada en parte ninguna, cuando la Giralda está
retratada hasta en el papel de envolver del Horno de San
Buenaventura. Si esto no es maltrato a una mujer, que venga el
Cura Chamizo y lo vea.
Como si estuvieran atendiendo el teléfono de la mujer
maltratada, las arquitectas Cristina y María han dejado a la
Torre del Oro visiblemente rejuvenecida y más esbelta de cara
al verano. Y a su piel, al dorado de la pátina del tiempo que
también pinta, le han hecho un «lifting».
-Corporación Dermoestética total, vamos.
Pues sí, un poquito de Ivo Pitanguy. Como la Preysler, pero en
torre. Mas ni por ésas le sale un novio poeta a la Torre del
Oro. Todos se los quita la Giralda, que como es una mujer
veleta, me trae a los hombres loquitos, que se beben los
vientos por ella.
Recuadros de días
anteriores
Correo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|