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EN
las aherrojadas celdas del carro de los cautivos del que el
Ingenioso Hidalgo liberó a los galeotes podían correr caballos
al lado de las mazmorras de la modernidad establecidas en los
aeropuertos como Punto de Fumadores. Trátase de un calabozo
sin rejas, como jaula de zoo, donde confinan como bichos raros
y peligrosos a los que aún conservan la funesta manía de
fumar. El último mono, aunque no sea blanco, del Zoo de
Barcelona tiene más espacio que los fumadores de aeropuerto,
confinados como en una versión con humo de la famosa solución
habitacional. Los 30 metros cuadrados de la ministra Trujillo
son el Palacio de Liria al lado de los dos palmos que dejaron
a los fumadores, como apestados, en los aeropuertos. Ni a los
enfermos infecciosos con mayor riesgo de contagio los tratan
así, confinados en un minúsculo lazareto, junto a las toberas
de un aparato aspirador de las antaño aromáticas y sensuales,
cinematográficas volutas. Si Humphrey Bogart esperase ahora el
avión de «Casablanca» lo confinarían con su gabardina y su
cigarrillo en la mazmorra para fumadores de la zona de
embarque del avión de Lisboa.
Y esto les ocurre a los fumadores porque son unos torpes. Se
han dejado ganar el terreno y no se han constituido en minoría
o en pueblo oprimido para defender sus derechos, presentando
al tabaco como libre opción o autodeterminación. Cómo serán de
torpes, que en esta España donde todo lo minoritario impone su
dictadura, ni se les ha pasado por la imaginación presentarse
como grupo social oprimido por la intolerancia de la cultura
judeocristiana. Ni como nación perseguida en sus derechos por
el centralismo opresor. Si hasta Villanueva del Trabuco quiere
reformar su Estatuto y proclamarse nación, para estar en
Europa de tú a tú con esos gobernantes que no le echan a ZP ni
puñetera cuenta, ¿por qué los fumadores no han de ser una
nación o por qué no ha de reformarse el Código Civil a su
conveniencia? Porque son unos torpes, y no se han buscado un
Zerolo o un Carod. En el pecado llevan la penitencia. Nada,
aquí lo único anormal, lo único que va contra la Constitución
y contra la Naturaleza, es el fumeque. Fumar es el único vicio
nefando. Lo único que amenaza con romper a España es el
tabaco. Ahí sí que están unidos todos los partidos para
defender el Estado de Derecho... al Aire sin Humos.
Todo el peso de la ley que no se aplica contra los partidos
encubridores de asesinos, que se sientan en los parlamentos y
deciden presidentes autonómicos, cae sobre los fumadores. Todo
el peso de la ley que no se aplica contra la Selección Sub 21
de la ETA, a cuyos criminalitos los jueces dejan que sigan
quemando autobuses a fin de que hagan las prácticas de su FP
de Asesinos, cae sobre los fumadores. A cuyas víctimas se les
da la protección que a otras se les niega. Sí, aquí las únicas
víctimas que existen son las del tabaco. Ya quisiera la
Asociación de Víctimas del Terrorismo que sus derechos fueran
respetados con el mismo ardor con que defienden a los
Fumadores Pasivos.
Y comparados los derechos de los fumadores con los de otras
minorías sociales en materia de ética, moral y Derecho
Natural, ni te cuento. Por no haber, no hay un profesor
Aguileño Nonaino que se atreva a proclamar que, total, qué mas
da, que como cada cual es dueño de su cuerpo, el Estado debe
proteger también los derechos de los que quieran hacer con sus
pulmones lo que quieran. Matarse mismo, sin necesidad de
asesinos encapuchados con los que pactemos, pagándoles la
impunidad de sus ensangrentadas banderas victoriosas, al paso
triste de esta paz. (Cuando oigas la palabra «paz», desconfía:
o te la impone un dictador o te hace claudicar ante ella un
asesino separatista. En ambos casos, cautivas y derrotadas las
libertades.)
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