|
-
SÍ,
Londres está lleno de ingleses. Conviene recordarlo. El
ejemplar espectáculo de civismo y madurez que ha dado Londres
ante el mundo y especialmente ante España no tiene, pues, el
menor mérito. Mérito hubiera sido que todo eso ocurriera en un
Londres lleno, ¿qué digo yo?, de diez millones de vengativos
votantes del PSOE. Estamos comparando demasiado las
explosiones asesinas de Atocha con las de King´s Cross; la
oposición socialista del 11-M, con la oposición conservadora
del 7-J; el apagón informativo, con Acebes como puta por
rastrojo con el «queremos saber». Se nos olvida una
perogrullada fundamental: Londres está lleno de ingleses. Es
más: salvo alguna posgraduada en un curso intensivo de inglés
o algún ejecutivo en la sucursal de un banco, apenas hay
españoles. ¡Qué suerte la de estos ingleses, que no tienen ni
un Rubalcaba ni un Pepiño Blanco!
¿Se imaginan una sociedad donde ocurre una desgracia y no sale
a la calle ningún Bardem diciendo las cosas que en tales casos
gritan los Bardem? ¿Se imaginan una sociedad donde ocurre una
desgracia y ningún Almodóvar anuncia que él sabe de muy buena
tinta que la Reina Isabel va a dar un golpe de Estado? ¿Se
imaginan una sociedad donde ocurre una desgracia y no hay
pancarta alguna con Ana Belén y Víctor Manuel incorporados,
donde Concha Velasco ni está ni se le espera?
No es Blair, no son los laboristas, no es la oposición
conservadora, no es Isabel II, no es la BBC; ni el «Times», ni
el «Sun»; no es el Scotland Yard: es el pueblo inglés, en su
conjunto, el que nos hace sentir envidia ajena... y vergüenza
propia. El que nos hace preguntar ahora más insistentemente
que nunca que dónde hay que echar los papeles para hacerse
inglés, que yo de mayor quiero ser inglés, o que a qué hora
sale el primer avión para Londres.
En el verano mandamos a nuestros hijos a Inglaterra, porque
tenemos al Reino Unido como un ideal cívico y cultural.
¿Cuántos ingleses mandan a sus hijos cada verano a España? Ni
a los cateados con las peores notas los mandan a España como
castigo; la estricta disciplina escolar inglesa no es tan
cruel. No bastan las inmersiones estivales en la lengua de Los
Beatles, las cretonas inglesas en la salita, el «Retorno a
Brideshead». Se trata de algo más: ni más ni menos que de un
pueblo. Todos los hombres somos iguales, pero todos los
pueblos, no. Nos lamentamos de cómo está España por culpa de
ZP, sin tener en cuenta que no es una hipótesis de trabajo,
sino un señor con la percha dentro de la chaqueta, sonriendo
siempre, encantado de haber conocido a un chico como él en un
sitio como ése, al que votó la mitad del pueblo español y que
gobierna apoyado por los separatistas, los comunistas y los
republicanos que quieren destruir el Estado. ¿Apoyarían los
ingleses a un partido virtuoso en el arte de convertir las
mentiras en verdades para que se las crean diez millones de
votantes... que dicen que los otros diez millones que no se
las creen son unos fachas? Tras el 11-M dimos el espectáculo
que dimos porque el «pásalo» de los SMS no lo ponían espíritus
puros, sino españoles. Eran españoles los que llamaban asesino
al Gobierno y lo culpaban de las explosiones en los trenes.
Con los mismos mimbres que hicimos aquel canasto por donde
ahora se nos escapan todas las aguas, los ingleses han hecho
una civilizada cesta de flores funerales en memoria de las
víctimas. Su «queremos saber» es que los culpables no están en
el Gobierno, sino en el terrorismo internacional. En estas
ocasiones, echo de menos a Pablo de Olavide. En el siglo XVIII,
el ilustrado limeño Olavide repobló con colonos alemanes y
suizos los desiertos caminos de Sierra Morena y fundó con
ellos La Luisiana, La Carolina, La Carlota... porque no se
fiaba de los españoles. ¡Qué maravilla si ahora llegara un
nuevo Olavide y repoblara España de ingleses!
Recuadros de días
anteriores
Correo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|