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El
que avisa no es traidor: está usted ante un artículo
absolutamente contra corriente y políticamente incorrecto.
Antes que Cádiz tuviera la generosidad de hacerme Hijo
Adoptivo, ya me dio tal título Bética de Autopistas. Soy hijo
adoptivo de Cádiz porque antes lo fui de la que de soltera era
Bética de Autopistas y ahora Autopistas Aumar o Autopistas del
Mediterráneo, una cosa así. Ahora me explico lo de Carmen
Calvo en el Rocío. Dijo que el Rocío es la explosión de luz
del Mediterráneo porque miró (y sobre todo Picasso) qué mar
era en el tique del peaje de Las Cabezas. Las Cabezas, qué
pueblo más bonito, diremos al contrario que El Cojo Peroche,
cuando se contempla desde el peaje, pasado El Cerro del
Fantasma. ¿Cuál será el Fantasma del Cerro, con la cantidad de
fantasmas que hay entre Sevilla y Cádiz? ¿Un fantasma del PP o
un fantasma del PSOE? ¿Fantasma de Jerez o fantasma de
Vistahermosa?
-¿En Vistahermosa hay fantasmas?
-Fantasmas y fantasmones, a manojitos, A efectos de
pintamiento de mona, Vistahermosa es como Sotogrande, pero sin
amenaza de que lleguen los Jesulines y sin Oda de Garrigues.
Yendo a Cádiz, patria adoptiva en la que tengo puestas todas
mis complacencias, me he gastado fortunas y fortunas en el
peaje de la autopista. Las doy por bien empleadas en mi
seguridad y mi comodidad, La autopista de Cádiz es como Cádiz
mismo: la más agradable y simpática de España. He recorrido
autopistas alemanas, un espanto de lo que corren los coches.
Autopistas francesas, largas como una novela de Proust.
Autopistas vascongadas con chapela, autopistas gallegas con
meigas, autopistas levantinas llenas de madrileños que van a
veranear a Benidorm. Ninguna como la de Cádiz. Una autopista
que primero atraviesa un paisaje de Manuel Halcón y después se
mete en los versos de Pemán. Autopista literaria. Marisma,
viña y cielo de Andalucía la Baja. Parece que vas a ver a
Fernando Villalón a caballo: adiós, don Fernando. De mirarte
tanto y tanto, a lo Pedro Salinas, yo les podría decir cómo
huele la autopista. Cómo la brisa de los esteros te va
diciendo, casi oyendo el arrullo de las olas, que estás
llegando al final, por Puerto Real, donde está esa cuesta
abajo con la veleta de tela que los aviadores llaman condón
del cura, del levantazo que hace, que te tira el coche.
La autopista de Cádiz tiene algo de familiar, de conocida. La
más segura del mundo, por poco transitada. ¿Quién recuerda
accidentes gordos en la autopista? Poquísimos. Aquel capitán
general cuyo chófer se quedó dormido y se empotró contra el
taquillaje del peaje de Las Cabezas. La desgracia del pintor
Juan Valdés, qué mala suerte. Y poco más. Ya digo: una de las
más seguras del mundo. Hasta ahora. Ahora, ahora es cuando la
autopista se pondrá como la playa de los duros antiguos; igual
que una feria. Válgame San Cleto, lo que es la miseria por no
querer pagar el peaje, como se paga en todas las autopistas
europeas y en todos los sitios civilizados. ¿No queremos ser
europeos? Pues en Europa las autopistas se pagan.
Si quitan el peaje de la autopista, será un horror. Entrarán
todos los camiones y las amotos. Así de camiones, y de las
peligrosísimas furgonetillas apenas sin luces en la noche. En
un año, el pisoplaza estará de pena, porque, además, lo tendrá
que mantener y conservar la Junta: tararí que te vi. Y algo no
menor: no será gratis. Aumar, para irse, cobrará la tela, como
la cobró para dejar el tramo final del Trocadero a La Cartuja
jerezana. Los andaluces de Almería y de Jaén, que nunca la
usan, convidarán a autopista a los de Utrera y Lebrija. Un
espanto. Sin peaje, la autopista no nos llevará a Cádiz. Nos
llevará directamente a Africa. Cuando ahora, apoquinando, con
poquita gente, sí que nos lleva en seguridad y en comodidad a
Europa. Donde las autopistas son de peaje.
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