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Hay
muchas cosas de Sevilla por las que parece que no pasa el
tiempo. Esta mañana es una de ellas. ¿Tienen poder mágico los
nardos? Deben de tenerlo. Se huelen los nardos de agosto y hay
una Sevilla en la que todo es como siempre. Una foto del
comienzo de la novena de la Virgen de los Reyes en el 2005 es
exactamente igual que otra de 1965. Nada digo de la foto del
besamanos. Esa señora que besa la mano de la Reina de los
Reyes y que sale en la foto es la misma de todos los años.
Está besándole la mano a la Virgen desde que el capellán real
que estaba al lado, con el paño de encaje e hilo,
limpiándosela tras cada beso, cada petición, cada suspiro, era
Bandarán. Pasan los capellanes reales, pero permanece la
Virgen y esa señora que le besa la mano. Los capellanes se van
llamando Camilo Olivares, Federico Pérez Estudillo, Francisco
Gil Delgado, Francisco Navarro, pero la señora de la foto del
besamanos es siempre la misma. Lleva el mismo vestido de
cretona. El mismo abanico. Hasta tiene que llevar el mismo
perfume. Del Salvador esquina al callejón de Oropesa. De la
Casa de las Esencias de Juanito.
Usted tiene que conocer a esa señora que le besa la mano a su
Virgen.
Se llama Sevilla.
Como tiene que conocer a estas otras señoras que hoy, desde el
alba, muchísimo antes de las claritas del día, estaban ya
delante de las vallas, al pie del primer repique de la
Giralda. Son las mismas señoras de la novena de la Virgen. Hay
tipos de sevillanos que parece que únicamente salen a la calle
en determinadas ocasiones. Ese sevillano de función principal
de instituto, tan clásico, al que sólo ves de quinario en
quinario de tu hermandad. Ese sevillano del abrigo gris y
antiguo, absolutamente pasado de moda, rodeado de nietos, al
que sólo ves en la calle el 5 de enero, de cabalgata en
cabalgata. Esas señoras que sacan las sillas de su casa y las
ponen en la calle Anchalaferia, a la altura de Peris Mencheta,
para algo tan poco contradictorio como esperar a la Esperanza,
a las que sólo ves de madrugada en madrugada. O este bendito
pleonasmo: estas batas de cretona de las señoras que están en
la Plaza de la Virgen de los Reyes esperando a la Virgen de
los Reyes y que este año me van a recordar especialmente a una
manriqueña, Esperanza de Borbón.
Hoy es el día más corto del año. Al menos en Sevilla. No se
crean lo del solsticio de verano y la noche de San Juan, en el
junio de seises y magnolias. El día más corto del año en
Sevilla es el 15 de agosto. Cómo será de corto, que sólo dura
una mañana. Decimos el día de la Virgen, pero en realidad es
la mañana de la Virgen. El día más corto dura exactamente...
Pues habría que medirlo no en horas, sino en ruedas de
calentitos. Dura exactamente desde las 5 de la mañana, que es
cuando Angela, la sobrina y heredera de Juana la Calentera,
fríe en el Postigo la primera rueda de calentitos, hasta
aproximadamente las 11 de la mañana, que es cuando el último
cateto que vino del Aljarafe a ver a la Virgen se lleva, fría,
la última rueda de la mañana fenecida, amortajada en un
papelón de estraza. Hoy es el día sin tarde, sin mediodía, sin
anochecer. El día que dura la alegría con luz y campanas altas
y capas pluviales y alpargatas blancas de costaleros y palio
de nardos de una breve mañana de plenitud. «A tus plantas se
postra Sevilla» y te ofrece, Reina de los Reyes, hasta el
tiempo que detienes. San Fernando vuelve a decir, ahora en su
Sevilla, «Santa María, detén tu día». Detente de nardos para
la guerra del tiempo. Páralo ahí, que no le voy a cantar una
saeta, sino que le voy a pedir tres gracias: que Sevilla siga
siendo Sevilla; que Tú, Reina de agosto, sigas parando las
esferas de los relojes en forma de ruedas de calentitos; y que
la ciudad se siga encarnando en estos personajes agosteños de
tu novena y tu procesión, que nunca se agostan. Si por Ti
reinan los Reyes, también por Ti sigue Sevilla siendo Sevilla
este día que dura sólo la fugacidad de una mañana.
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