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SI
un golpe de ataúd en tierra es algo completamente serio
(Antonio Machado), imaginen 17. Pero como todos, gracias a
Dios, no somos iguales y todavía hay clases (clase de tropa,
clase de familiares de los caídos por España, clase de
oposición), y nadie en esta ocasión ha calentado la demagogia
pancartera y pegatinera, en el solemne patio de armas del
Cuartel General del Ejército no sonó un solo grito
destemplado. Nadie llamó «asesino» a nadie. Es terrible este
«tócala otra vez, Chopin» con que nos habituamos a escuchar la
marcha fúnebre por nuestros militares muertos en acto de
servicio a la Patria. Es terrible hagan falta 17 ataúdes, 17,
con 17 rotas esperanzas dentro, para que todos acepten la
bandera constitucional de España o la celebración de una misa
por el alma de los que por ella dieron lo mejor que tenían: la
flor de sus vidas.
En el patio de armas del Palacio de Buenavista se leen
decretos de luto. El Boletín Oficial del Estado, a media asta.
Y no entiendo nada, cada vez menos, cuando oigo esas palabras
oficiales de hogaño, recordando las de antaño. Como todavía
hay clases, nadie dice lo de otrora: «El Gobierno miente». O
lo otro: «España no se merece un Gobierno que le mienta». Por
muy serios que sean 17 golpes de ataúd, quedan en el aire,
como este dolor de la procesional marcha fúnebre, las
preguntas que nadie responde. Aunque no todos somos iguales
gracias a Dios, algunos queremos saber.
Queremos saber, por ejemplo, si estábamos en «misión de paz»,
como se dijo en el patio funeral de Buenavista, por qué el
helicóptero iba cargado, y hasta las trancas, de explosivos y
de combatientes. No de medicinas, de alimentos infantiles, de
raciones de rancho frío, de grupos electrógenos o de plantas
potabilizadoras, no: de explosivos. ¿Qué misiones de paz son
éstas que se realizan con una ametralladora pesada a babor,
otra a estribor y una santabárbara dentro del Cougar Puma?
Queremos saber qué hay detrás de tanta palabrería de esos
juegos florales de la ONU y de la OTAN, con las que nos dicen
que servimos «la causa de la paz, de la democracia, de la
libertad», como se oyó en el patio de Buenavista. ¡Hombre,
estaría bonito que encima de que nos matan a nuestros hombres
fuéramos a servir la causa de la dictadura y del
totalitarismo! ¿Y qué diferencia hay entre una misión
humanitaria en Irak y otra en Afganistán? ¿Por qué de Irak nos
retiramos y a Afganistán mandamos más madera, que esto es la
guerra?
Queremos saber cuál es exactamente el papel de las Fuerzas
Armadas. No hablo ya de su papel ante el futuro de la unidad
de España, eso es para nota: me conformo con algo más
sencillito. Si están sólo en plan «a morir por Dios y por
España», en un continuo «La muerte no es el final», y no para
defenderse ni para defendernos de nada, visto el «mejor morir
que matar» de su ministro. Si las FF. AA. tienen presupuesto,
dotaciones, equipos, medios, efectivos, capacidad para
realizar simultáneamente todas las misiones que les están
siendo encomendadas en el exterior, quizá para lavar la mala
imagen y limpiar la mala conciencia de la vergonzosa retirada
de Irak, en las que tuvieron que cumplir ejemplarmente con el
desarrollo táctico de una cobardía ajena. Si son las garantes
de la Constitución y de la libertad interior, o si son una ONG
de uniforme cuyo fin es repartir chocolatinas, bombones y
caramelos, así como tiritas y mercromina, por todos los
confines de la tierra.
Queremos saber por qué hacemos con 17 hombres de España y no
con gaseosa el experimento de que nuestros helicópteros pasen
la ITV de la OTAN.
Queremos saber qué es lo «humanitario». Si es que vamos a la
guerra, pero poquito, en plan Gila, o qué es eso del «afgano
amigo», moro amigo, paisa. No es que sea mucho preguntar. Es
que 17 golpes de ataúd en tierra son algo completamente serio
y merecen unas respuestas.
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