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LA
Encarnación es como el Cortinglés de la Historia de Sevilla.
El Matute, el Ortiz de Zúñiga y el Velázquez, todo en una
pieza y a la vista. Cuando le metieron la piqueta a lo que
quedaba del Mercado de la Encarnación y dejaron aquello como
la palma de la mano, derribaron la última memoria del Rey Pepe
Botella en Sevilla. Sí, Pepe Botella levantó en Sevilla una
plaza de abastos. Otros reyes alzaron alcázares, templos,
palacios. Pepe Botella, una plaza. Una contradicción dual más
de Sevilla. El que pasó a la historia por lo que le gustaba el
pirriaque, no se ocupó de las cosas de beber, sino de las de
comer, al erigir el mercado de La Encarnación, ella de soltera
La Encarnita en el habla popular sevillana. Cuando lo más
lógico y natural es que Pepe Botella hubiera fundado en
Sevilla una buena taberna. ¿Qué digo yo?: la Bodega San José
mismo, en la calle Adriano. Puede que el San José de la
histórica, ilustre y patrimonial bodega sea por el Santo
Patriarca que está frente, en la capilla del Baratillo,
regalado a la cofradía por un hermano torero, por Pepe Hillo.
Puestos en leyendas, prefiero inventarme la bonapartiana. Que
la Bodega San José se llama así porque fue fundada por Pepe
Botella en persona. Sería precioso que pusieran una lápida,
pero no una lápida de tiza y pizarra, de débito tabernario,
sino de mármol: «A fin de poder coger aquí unas contundentes
tajás de caracolillo durante sus visitas a Sevilla, el Rey
José I, vulgo Pepe Botella, fundó personalmente esta taberna
en 1808, con el permiso de Daoiz el que está en La Gavidia».
Ahora en La Encarnación ha salido lo que Sevilla es en verdad
y no se lo acaba de creer: Roma. Más Roma, maestro. (Como que
no sé cómo no dejamos La Encarnación sin parasoles, a la
romana, un Foro Hispálico con ruinas, cipreses y gatos, donde
hasta podríamos llevar las columnas de la calle Mármoles.) Ha
salido más Roma del siglo I, en una importante colección de
lucernas. Cuando el arqueólogo Fernando Amores encontró el
yacimiento, seguro al toparse con la primera lucerna dijo algo
sevillanísimo:
-Ojú, el de la luz...
Lo que han encontrado en La Encarnación es importantísimo. Se
lo traduzco a ustedes a arqueología parda. Es ni más ni menos
que la fábrica de la luz de la Sevilla del siglo I. La
Sevillana de Electricidad de los romanos. Han encontrado el
horno donde se hacían las lucernas y lámparas de la época.
Ergo Sevillana de Electricidad romana. Lo digo a la luz del
aceite de la Bética, que Sevilla mandaba a Roma para alumbrar
las lucernas del Imperio. (Ay, qué tiempos aquellos en que
nosotros éramos los que les mandábamos a los italianos el
aceite ya comercializado en ánforas de barro de Lebrija, y no
ahora, que son ellos los que nos lo compran para
comercializarlo y llevarse el valor añadido...).
En La Encarnación han aparecido, aparte de la fábrica de la
luz, del horno de cocer lucernas, 85 piezas completas y 500
fragmentadas. Mi tesis de Sevillana de Electricidad la baso
precisamente en estas 500 lámparas rotas. ¿Saben qué son esas
500 lámparas rotas? ¿Cómo, que no lo saben? Escuchen aquí al
Enteráo, a la sevillanísima institución del Enteráo:
-Hombre, si eso está tirado... Esas 500 lucernas rotas son
algo tan clásico como los apagones de Sevillana de
Electricidad, pero en el siglo primero después de Endesa.
Hay 85 lámparas completas y 500 rotas. La proporción de
apagones era todavía mayor entonces. Como ven, no hay nada
nuevo bajo el sol, perdón, bajo la luz romana de las lucernas
decoradas con escenas nuestras tradicionales, como las peleas
de gallos del reñidero de la calle Doña María Coronel, que
estaba allí al lado. Y si escarban un poquito más, seguro,
seguro que sacan una lucerna decorada con el escudo del
Sevilla. Vamos, del Hispalis Futbolis Clubis, que ése sí que
es del Siglo Primero después de Sánchez Pizjuán.
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