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A
burocracia no hay quien nos eche la pata. Por más que se
abran las oficinas virtuales para hacer los papeleos por
Internet, en requerimiento de pólizas, certificados y
declaraciones juradas en una ventanilla no nos gana nadie.
Le estamos echando una imaginación al I+D del papeleo y de
la burocracia digno de mayores causas. Los ingleses, por
ejemplo, no tienen carné de identidad. Raritos que son:
mantienen la libra frente al euro, circulan por la izquierda
y sólo ahora van a tener carné de identidad, cuando aquí se
lo sacamos hasta a los niños chicos. Ya hasta sabemos qué
numero de DNI va a tener la Infanta Doña Leonor de Borbón.
Cada niño viene al mundo con un pan debajo del brazo y con
un DNI.
Y Cataluña no quiere ser menos que la Infanta Doña Beatriz,
por más que aquello fuese siempre más bien de la Infanta
Doña Carlota, me parece que borrada del callejero barcelonés
en aras de algún personaje abarretinado. Así, abarretinados
y emberrechinados, los catalanes han cruzado el Ebro, rumba,
la rumba, ay, Carmela, para presentarse en Madrid por su
carné de identidad y llevarse, de camino, su pan bajo el
brazo. Las castellanas tierras de pan llevar son ahora los
territorios centralistas y opresores del pan quitar.
Renegarán de Madrid, pero los más conspicuos han venido a
Madrid a sacarle el carné de identidad a la niña. La niña es
Cataluña. La nación, vamos. El bebé que esperaban los
Príncipes de Asturias ha sido niña y el nasciturus político
que esperaba el Principado de Cataluña ha sido nación. Pero
como lo de nación es muy fuerte, y somos mayoría los que
pensamos como Pepe Pinto de la madre, que nación no hay más
que una y a ti te encontré en la calle (en el carrer,
vamos), pues se han quedado con la burocracia. Serán todo lo
separatistas que quieran pero han venido a Madrid a hocicar
ante la burocracia madrileña. A sacar el Documento de
Identidad Nacional. No, no me he equivocado: no es documento
nacional de identidad, aquí no paramos en innovación de I+D
de la burocracia y del papeleo. En la ventanilla del
Congreso de los Diputados le han expedido a Cataluña su DIN,
su Documento de Identidad Nacional. Y a la buchaca con él y
corriendo a casa. No hace falta pasar por la Comisión
Constitucional, por el Tribunal Ídem, por el Consejo de
Estado, nada, ya los ven: enseñan el DIN como DNI, como
prueba documental de su existencia. Puesta la oficina, de un
plumazo y dos tamponazos de sellos de tinta solucionarán el
asunto de las Vascongadas. Le expedirán otro carné igual,
otro DIN, el número 2, y listo. Mil asesinados por la ETA
que serán olvidados de un plumazo burocrático.
Lo que no sé es qué pintaba el romero en la oficina de
expedición de documentos de identidad nacional en que han
convertido el organillo populachero de la verbena de la
soberanía nacional. Hala, todos repartiendo romero. Como
Celia Gámez por la calle de Alcalá con los nardos apoyaos en
la cadera, Manuela de Madre llegó a la Carrera de San
Jerónimo (carrera abierta para la destrucción de España) con
el romero apoyado en el Estatuto. Para muchos ha sido la
profanación del romero, planta mágica, rito para quemar el
mal vahído, verso de León Felipe, capote de Curro Romero,
sonora flor azul que anuncia en el juanramoniano tamboril
las fiestas mayas de la Cruz, olorosa alfombra de la Real
Fábrica de los montes para que Dios, a Cuerpo, pise por
junio las calles de Toledo, de Sevilla, de Cádiz, de
Granada.
Las gitanas que les dieron ramitas de romero a los del
tripartito, antes de la faena en la que dejaron a España
para el arrastre, no sabían lo que se hacían. Tampoco lo
sabía Manuela de Madre, al dar su ramita de romero a
Zapatero. Como estos payos catalanes no son Peret ni su
rumba y no saben que hay que quemar el romero, así tenemos
en lo alto este mal vahído del carné de identidad nacional.
El romero lo daban las gitanas para que se lo tiraran a
Rajoy, que fue el que destapó el tarro de las esencias. A
los otros es que no le tiraba yo ni jaramagos...
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