|
-
IÑAKI
es Gabilondo. ¿Qué Iñaki va a ser? Iñaki no hay más que uno,
y yo me lo encontré en la calle. En la calle Rafael González
Abreu, cuando con el novelista Manuel Barrios íbamos a
derribar la dictadura a base de tertulias literarias en
Radio Sevilla. Y de la cadena nueva donde sale el piso que
Polanco le ha puesto a Gabilondo en forma de telediario, lo
que más me gusta es la mesa. ¿Dónde has comprado esa mesa,
Iñaki? ¿Quedan más, que quiero poner una así en el salón?
Tan pendiente estaba de la mesa im-po-si-ble, deslumbrado
por la carpintería de la modernidad, que apenas me fijé en
que emitían reportajes tan progresistas como el que daba en
directo la ministra de Fomento sobre el hundimiento del
viaducto, reportera a pie de obra, mujer-orquesta de la
información, la opinión y el por aquí te quiero ver. Me
encanta el telediario de Iñaki, qué poderío: de becarias
tiene a las ministras. Esta noche, a las 9, estaré como un
clavo delante de tu pantalla, viejo amigo Iñaki. No me
pierdo por nada del mundo a Carmen Calvo de becaria,
alcachofa en mano, informando, ¿qué te digo yo?, de la nueva
colección de «manolos» que Nati Abascal ha traído a su
tienda de Serrano.
-Pero se le fue una a Iñaki.
-¿Cuál?
-Hombre, que igual que la becaria Magdalena Alvarez
informaba sin periodista alguno de la catástrofe del
viaducto, en la cuestión de la Infantita podía haber
aprovechado la collada, ya que la Princesa de Asturias es
del gremio televisivo. Tenía que haberle dado a Doña Letizia
una alcachofa, una cámara y ¡pista que va la artista! Que
ella misma hubiera informado de lo gorda y retotolluda que
está Doña Leonor. El «me come muy bien» hubiera tenido así
una credibilidad infinita.
Y tan pendiente estaba de la ebanistería progre de la mesa
del telediario de Iñaki, que, la verdad, me hice un lío.
¿Quién presenta el telediario de autor de la Cuatro, que es
como un homenaje a los buenos tiempos de José María
Carrascal, pero sin la chaqueta azul de dorados botones de
Alfonso de Hohenlohe y sin la corbata de colorinches
espantosos? (La corbata era a Carrascal como a Iñaki la mesa
horrorosa.) La duda me la plantearon los guiñoles que
vinieron después. ¿Después o antes? ¿Cuándo empiezan los
guiñoles? ¿Después del hombre del tiempo o antes? Lo que
sale a las 9, ¿no es acaso el guiñol de mi admirado, mi
viejo compañero Iñaki? Tiene que ser el guiñol de Gabilondo,
seguro: éste no es Iñaki. Un profesional de la calidad de
Iñaki no le entrega la alcachofa a Magdalena Álvarez así
como así para que haga televisión de autoayuda: constrúyase
usted misma la información oficial que más le convenga.
Cuanto más me fijaba, más dudas me entraban por el cuerpo:
el que sale en el guiñol presentando el telediario, ¿es mi
querido Iñaki o es El Fary? La perplejidad me dominó cuando
se puso apatrullando la ciudad. La ciudad de París,
naturalmente.
Esto es lo malo de la realidad: acaba imitando al arte hasta
en los nuevos medios audiovisuales regalados a peluz por el
Gobierno. Lo de ZP, igual. Sacó luego Iñaki (o su guiñol) a
ZP en la tribuna de oradores del Senado y no era ZP: era el
personaje fantástico y genial que el maestro Antonio Mingote
está revelándonos en su impresa pantalla de telediario de
aquí arriba. Ya ZP no es del PSOE: es de Mingote. Ante un
genio de tal naturaleza, ZP no se atreve a dejar por
embustero a Mingote. Como tampoco se atreve el veteranísimo
Iñaki: no sacó al ZP del Senado; sacó al ZP de Mingote. ZP
no sólo tiene ya la misma cara sonriente con que lo pinta
Mingote, sino que habla como en los pies de sus dibujos
perfectos, en esta racha antológica que lleva, en la que
está ligando una serie con la derecha y unos naturales
echándose la muleta a la izquierda que ni su amigo Curro
Romero.
Artículos de días
anteriores
Correo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|