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Aunque
su mujer se llame Macarena, no me gusta ni un pelo cada vez
que Javier Arenas aparece por la basílica de la Virgen de la
Esperanza. Que es como se llama aquella Señora: Esperanza.
No sé a qué viene esa confianza de llamarla por el mote de
su barrio, Macarena. Ni que fuéramos Los del Río. No me
gusta ni un pelo que aparezca Arenas sin anonimato
capirotero, es mezclar cabrillas con caracoles. Arenas en la
basílica es como Lopera en San Lorenzo: ganas de mezclar
unas cosas con otras. De dar argumentos a los que quieren
borrar el hecho religioso en nuestra sociedad. Ven a Arenas
retratándose en la basílica y largan: «¡Marchando una de
nacional-catolismo!». No les falta la razón. Como tampoco
les falta a los que no les gusta ni un pelo ver aparecer por
la Hermandad de Los Dolores del Cerro a los socialistas de
la Junta de tres en fondo, como las cruces de los penitentes
por la carrera oficial. Está muy bien que los políticos
vayan a las cofradías que tengan por conveniente, se apunten
de hermanos, salgan de nazarenos. Pero con el capirote
puesto, anónimamente, como señores particulares. Estos
lamentables espectáculos de las cofradías recibiendo
políticos a portagayola me recuerdan demasiado a los
falangistas presidiendo La Soledad de San Buenaventura
porque José Antonio estuvo apuntado de hermano; o al guión
del Invicto Caudillo en un tramo buenecito de La Cena.
Javier Arenas tenía que haber ido menos a hacerse la foto en
la basílica y más a poner al cobro la subvención que les
prometió. Ha sido reelegido Juan Ruiz Cárdenas y en su nuevo
mandato de hermano mayor tiene como objetivo prioritario
algo de tirarse de risa. ¿Qué? Pues cobrar del gobierno del
PSOE la morterá que le prometió Arenas cuando era ministro.
-Pues que se ponga en la misma cola que los familiares de
Muñoz Cariñanos, a los que Arenas prometió que iba a poner
al Hospital Militar el nombre del humanísimo médico
asesinado por la ETA. Y dígale usted a Juan Ruiz que espere
sentado, en el trono de Pilatos mismo, que enseguía van a
dar Rubalcaba, Pepiño Blanco ni ninguno de éstos un duro
para una cofradía. ¡Y La Esperanza encima! Hombre, si por lo
menos fuera la del Cerro, o la del Tirolínea, o la vesperal
de Torreblanca...
¿Cuándo dejaremos de estar en esta lamentable sociedad
subvencionada? ¿Cuándo las mamelas, las mangoletas y el
poner la mano van a dejar de estar en los programas
electorales? Ante la manifestación de la LOE ya hablé del
voto cautivo de las cofradías: a la vista está. Ni la
cofradía de la verdadera Madre de Dios se escapa.
Todos quieren ser chiquillos de bautizo en el pelón de las
subvenciones. Tanto las cofradías como el cine. Hasta un
malagueño que vive en Estados Unidos, que paga allí sus
impuestos, que está rico potrico, triunfador, al que las
productoras americanas le comen en la mano, viene a
Andalucía para trincar la subvención y hacer una película.
Ruiz Cárdenas se va a quedar con las ganas de cobrar la
subvención que le prometió Arenas, pero Antonio Banderas ya
tiene su millón de euros de subvención para poder ronear de
director de cine (adiós, Buñuel), rodando en Málaga «El
camino de los ingleses». Y si Paulino Plata le ha dado a
Banderas un millón de la Junta, imagínense lo que puede
darle Carmen Calvo cuando se entere. Por ahí, por ahí es por
donde tiene que orientar el sablazo de terciopelo verde el
hermano mayor de la Esperanza, por la parte de Carmen Calvo.
Decirle que, por ejemplo, la solemne escenografía sagrada
del 18 de diciembre en la basílica no es el besamanos de la
Esperanza, sino la Pasarela Macarena, y que es cosa de
Luchino y Visconti. Entonces sí que le dará de verdad la
morterá que Arenas le prometió en el mismo plan en que queda
cada día para almorzar con siete mil.
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