|
-
Cuando
la Expo, servidor acuñó el pellón, unidad de medida del
despilfarro de dinero público, equivalente a 1.000 millones
de pesetas. Ahora en la Corte han inventado el montilla,
unidad de medida de la condonación de créditos por la cara a
los partidos. El pellón tenía arraigo en la lengua
castellana y en el sistema monetario tradicional. Sonaba a
reales de pellón. El montilla, en cambio, no suena tan bien.
Quizá por discriminación de género gramatical. Si en vez del
montilla fuera el montillo, sonaría a lenguaje económico.
Montillo sería diminutivo de monto. Del monto al que
asciende la morterá cuyo pago le han perdonado al tío y al
PSC: 6,5 millones de euros en créditos más vencidos que el
Eslovaquia ante la selección española, de los que no ha
pagado ni los intereses ni el principal. Bueno, ni el
principal, ni el entresuelo, ni el primero, ni ná.
Como criador de palabras a modo de gallos de pelea para el
reñidero del ruedo ibérico, en cuestión de Montilla, del
cordobés José Montilla (que es de Iznájar aunque vaya de
catalán por la vida), más que por el sustantivo me
inclinaría por el verbo. Me explico. Cuando la Expo, lo
escandaloso era el sustantivo: el pellón, los 1.000 millones
de pesetas despilfarrados, no el verbo. Pellón no pelloneaba.
En cambio con La Caixa, con la opa en la quieren tachar a
Pizarro con el pizarrín de Gas Natural, con la condonación
de los créditos y con el «tú apaga la luz y no digas ná en
Cornellá», lo escandaloso no es el sustantivo, el montilla,
el importe, sino el verbo: montillear. Montilla montillea. A
los ingenios de la Corte las falta la capacidad andaluza de
creación de lenguaje. Han dado la siguiente definición del
montilla: «Consiste en pedir un crédito, no pagarlo,
conseguir al cabo de muchos años que la entidad bancaria te
perdone el sesenta por ciento del principal y gran parte de
los intereses y te conceda veinte años más para seguir sin
pagarlo a cambio de una OPA a todas luces política y
monopolizadora». ¡Eso no es un montilla! ¡Eso es montillear!
Lo escandaloso no es el sustantivo, es el verbo; no el
montilla, sino el montilleo. El montilleo de este charnego
paisano de Carmen Calvo, que parece como avergonzado de su
cuna andaluza, ¡anda que vaya representación cordobesa en el
Gobierno!
¿Que todos los partidos montillean? Cierto. Igual que los
males del chantaje de los pequeños partidos separatistas
provienen de la ley electoral, la enfermedad crónica del
montilleo deviene de la Ley de Cajas de Ahorros. Si los
partidos gobernantes manejan las cajas, ¿cómo no van a
montillear? ¿Hemos ya olvidado los créditos con los que
Chaves conjugó el verbo montillear? ¿Cuánto ha montilleado
al PP allá donde tiene el mango de la sartén de las cajas?
Mi medio colombroño Jaime Ignacio del Burgo ha descubierto
que el Partido Andalucista también conjuga el verbo
montillear. Dice: «El PNV debe a los bancos, él solito, la
respetable cifra de 19.830.040,07 euros. No sabemos si a
estas alturas la prescripción ha hecho milagros. Claro que
eso es pecata minuta si se compara con la situación del PA .
Este pequeño partido político, bisagra socialista cuando se
tercia, adeuda 8.640.811,46 euros con una deuda vencida de
nada menos que 6.043.268,62. ¿También las Cajas controladas
por el señor Chaves tienen orden de mirar para otro lado
para que los andalucistas alcancen la gloria de la
prescripción?»
Nada, nada, montillear y montilleo, nunca montilla. Hombre,
porque lo que faltaba era que la gente dejara de beber vino
de Montilla, en plan boicot al cava. No olvidemos el viejo
lema publicitario: «Cuando de vinos se trata/la elección es
bien sencilla:/o Moriles, o Montilla». Bueno, pues yo, los
dos: Moriles y Montilla. A pesar del montilleo catalán y del
montilleo andaluz.
Artículos de días
anteriores
Correo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|