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QUERÍA
emcumbrarse con la cumbre. Como si Barcelona fuera uno de
los 8.000 del Himalaya. Viene siendo un 8.000 para el
montañero Zapatero, la de fotos que se ha hecho en esas
cimas, que ahora han resultado ser cumbres borrascosas. Las
cumbres que le van bien son las de formato 18 por 24. Las
cumbres fotográficas. Las cumbres de salir en la foto.
Incluso en Barcelona podía haberle salido bien la cuestión.
De Barcelona le vino el encumbramiento. Primero, en las
primarias del partido. Cuando nadie daba un duro por él como
candidato, Maragall le prestó las pelas que necesitaba. Y
luego, llegado al poder tras el 14-M que (nunca debe
olvidarse) siguió el 11-M, de Barcelona le vino siguiendo el
apoyo. Apoyo cumbre. Apoyo de ERC. Tan cumbre, que lo
encumbró en la mayoría necesaria para formar... Iba a decir
que Gobierno, pero cualquier cosa es un Gobierno, Dios mío
de mi alma.
Lo único que ha salido ganando de todo esto de Barcelona es
lo que precisamente allí está en un mayor peligro: la lengua
española. Se ha enriquecido, y de qué modo, la lengua
coloquial, la que andando los años vendrá una nueva María
Moliner a recogerla en un diccionario de usos. O en un
diccionario de abusos, da lo mismo. Que si hiciéramos el
Diccionario de Abusos del Español a Cargo del Gobierno, iba
a ser tan gordo que los centenarios tomos del Espasa iban a
ser a su lado un librito de papel de fumar. Gracias a la
espantá internacional y al pasemisí del comunicado final de
Barcelona, hemos enriquecido bastante la palabra «cumbre».
Cumbre, aparte de sustantivo, para designar la cima de un
monte o la reunión de máximos dignatarios nacionales o
internacionales para tratar asuntos de especial importancia,
se usa también como adjetivo. Sobre todo, en los ambientes
taurinos o flamencos:
-¿Cómo estuvo El Fandi ayer?
-¡Cumbre!
-¿Cómo es el último disco de Enrique Morente?
-¡Cumbre!
Estar cumbre es estar sembrado, derrochar arte, abrir el
compás, coronar el éxito, la cima de la perfección. Vamos,
todo lo contrario de Barcelona. La cumbre de Barcelona no ha
estado nada cumbre. Ha estado más bien tirando a sima,
espeleología total, vamos, que yo creo que a ZP y a
Moratinos hasta les han salido estalactitas y estalagmitas.
Se ha enriquecido la lengua, al comprobarse que la cumbre no
ha estado nada cumbre, y también hemos sabido mucho más
acerca de la metodología del poder. Me daba el pálpito de
que el Gobierno del Reino de España, desde que tomó el
poder, actuaba por métodos como a la caraja, al ya te veré,
a la que más corra, al que venga atrás que arre, al mantente
mientras cobro e incluso según la metodología de acción
política descubierta por la praxis de El Peña de Cai, y que
es precisamente la que aplica ZP con sus socios del
tripartito y la que siguen los atacantes de la opa contra
Endesa: «Vamos a llevarnos bien...lo que haya que llevarse».
En ese libro abierto que son los micrófonos cerrados, que
como los locos, los niños y los poetas dicen siempre la
verdad, ZP nos ha descubierto, empero, su suprema
metodología en el ejercicio del poder: el método del Como
Sea. Ahora nos hemos dado cuenta que así lleva gobernando un
año, como sea. Hay que retirar las tropas de Irak como sea.
Hay que acabar con el Plan Hidrologico como sea. Hay que
casar a los homosexuales como sea. Hay que darle a los
obispos por debajo de la sotana como sea. Hay que pactar con
la ETA como sea. Por eso está España en ese precipicio, tan
lejos de la cumbre, porque es elemento de trueque para el
Como Sea. Si con barbas, San Antón; si no, la Purísima
Concepción, con tal de mantenerse en el poder. Como sea. Al
precio que sea. Aunque se acabe con España, pero como sea.
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