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COMO
en el «y Sevilla» que remataba el poema que Manuel Machado
dedicó a Andalucía, hay ayuntamientos, corporaciones
locales, casas consistoriales, plenos municipales,
comisiones de gobierno, delegaciones de Urbanismo...y
Marbella. Marbella es otra cosa. Venezuela con Puerto Banús:
lo que se parecía Gil a Chávez, hasta en la guayabera.
Marbella es Sicilia con La Meridiana. Chicago con Guardia
Municipal a caballo.
El despacho de Mienmano a lo largo de toda una Milla de Oro,
con salidas a las mafias internacionales y a esas
urbanizaciones caras, caras, caras, donde un día sí y otro
también hay un ajuste de cuentas entre traficantes de no sé
qué y blanqueadores de dinero procedente de no sé cuantos,
en el que de momento le aventan siete tiros a un tío de
algún lugar de la Europa del Este que fue allí militar. Y
mientras que los tiros se los peguen ellos con ellos, las
mafias con las mafias, los delincuentes de Rolls y yacuzi
con los delincuentes de Rolls y yacuzi, vale. Lo malo es
cuando cogen por medio a unos veraneantes, como ocurrió
aquella vez en los bajos del Andalucía Plaza, que mataron a
un niño y llevaron la muerte a una familia sevillana que
pasaba el fin de semana junto al mar.
Manuel Chaves, a la vista de cómo está Marbella, ha decidido
quitar las competencias en Urbanismo al Ayuntamiento, que en
Marbella rima con cemento más que en ninguna parte, casi
tanto como en Benidorm. Hombre, puestos a quitar
competencias, y ya que Chaves es presidente del Partido
Socialista que Gobierna en el Reino de España, a mí me
hubiera gustado más que por ejemplo le hubieran quitado las
que tienen para romper España las autonomías separatistas
del Norte y del Noroeste de este Reino, que esa posibilidad
está en la Constitución como lo del cemento marbellí en la
Ley del Suelo Andaluz, que suena a pasodoble de la banda de
Tejera, «Suelo andaluz».
Pero bien está lo que bien acaba, y de momento no se harán
más tropelías urbanísticas... ¿De verdad? ¿Cómo la Junta que
se ha cargado un monumento nacional, lleno de Historia de
Andalucía, como es el Palacio de San Telmo, va a impedir las
tropelías urbanísticas en Marbella? Entre el modelo
arquitectónico Consuegra-San Telmo-Junta y el modelo
urbanístico Gil-Yagüe-Marbella, pues no sé yo qué decirle.
Chaves tendrá competencias en Marbella cuando ya todo está
destruido, cuando todo cemento está armado, cuando todos los
maletines han volado a sus destinos. ¿Pero es que queda por
recalificar en Marbella la tierra de una sola maceta? Quedan
los alcorques de la Plaza de los Naranjos, y ésos
probablemente están al caer, para poner más veladores para
que los turistas cenen con una paella a las seis y media de
la tarde, en pleno mes de agosto. Yo hubiera aplaudido la
medida de Chaves de haber venido hace veinte años, cuando el
desastre podía todavía ser evitado en parte. Cuando te
asomabas a la terraza de tu cuarto del Hotel Don Pepe y no
había un rascacielos a babor y otro a estribor, como ahora,
privándote de la contemplación del horizonte. Cuando
Marbella no era la caja de sorpresas que me revelaba Pepita
Saltillo:
-Mira, es que llegas a veranear y resulta que delante de tu
casa, durante el invierno, han hecho un edificio inmenso en
un dos por tres y ya no ves el mar por ningún lado...
¿Cuántos se fueron de Marbella porque aquello ya era cemento
por todas partes? Lo fueron masificando, degradando,
abaratando, achabacanando. Lo convirtieron en un Benidorm
con espetos de sardinas. De Marbella sólo queda el famoso
microclima que, entre buganvillas, descubrió Alfonso de
Hohenlohe como una mina de oro. Mientras que Chaves no haga
ahora con el microclima lo mismo que en San Telmo...
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