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fácil es que le toque a uno el gordo de Navidad que anuncia
el calvo que sopla las bolas antes que saber el número
exacto de bobos solemnes que hay en España. España da toros,
caballos, flamencos, corrupciones, crímenes de Estado,
boinas, barretinas, tricornios de la Guardia Civil que se
pone el Papa... y bobos solemnes. ¿Cuántos bobos solemnes
hay entre los numerarios de la Real Academia Española?
¿Cuántos que se llaman a sí mismos intelectuales? ¿Cuántos
entre los autores de la lista de libros de mayor venta?
¿Cuántos en los platós de las televisiones nocherniegas de
la máxima audiencia? ¿A cuántos les han dado el Goya?
¿Cuántos cientos de ellos salen retratados en cada revista
del corazón? España está almacigadita de bobos solemnes.
Porque aquí, si le pones un poco de solemnidad y de paño
bordado al púlpito de tus tonterías y armas al hombro,
triunfas al instante.
Y con la de bobos solemnes que hay en España, bobos de tres
capas, bobos de frac con condecoraciones, bobos de pino
mayor de primera clase, bobos de precepto, bobos abonables y
no recuperables, bobos de preferente, bobos de
contrabarrera, bobos de palco del Bernabéu y bobos de cinco
estrellas gran lujo, va Pepiño Blanco, bobo sin solemnidad,
bobo de diario, se come el ajo porro de la ristra de Rajoy,
se pica y sale en defensa de ZP. El refranero se enriquece:
«Verde y con asas, alcarraza; tonto y solemne, por Zapatero
entienden». En el colegio, los curas lo decían en latín: «Excusatio
non petita, acusatio manifesta». ¿También os vais a atribuir
la exclusiva de la solemnidad en la tontería, hijos míos, es
que no os hartáis? ¿No os basta con el progreso, la
modernidad, la igualdad de género (número y caso), el ardor
justiciero, la alianza de civilizaciones, las bodas de los
que riman y el núcleo duro de Europa, sino que, además, en
esta España nublada por tanto burro volando, también os
queréis apoderar de la exclusividad de la solemnidad de
babero, de la pompa y circunstancia del tonto de balcones
con colgaduras y reposteros?
No le ha pasado a la solemnidad de los bobos como a la
hojalata. Han insultado gravemente a la hojalata y nadie ha
salido en su defensa. ¡Pobre hojalata! Querían agraviar a
Rajoy llamándolo patriota de hojalata, pero en realidad han
ofendido a la humilde, la nostálgica, la lírica, la
socorrida hojalata de nuestra infancia. Que es parte de
nuestros recuerdos, ¿será por memoria histórica? Yo ahora
tomo el tambor de hojalata que me regalaron en mi cumpleaños
y en su fingida piel litografiada redoblo la conciencia de
toda una generación: los españoles que alimentamos con la
humilde hojalata nuestros sueños infantiles en aquellos años
dificilitos, sobre los que ahora se urden tantas mentiras y
tópicos. Los Reyes Magos venían cargados de juguetes de
hojalata. Estos tambores de hojalata que resuenan ven el
renqueante recorrido de los trenes de hojalata y cuerda; de
los coches de hojalata; de las motos de hojalata. Motos cuyo
conductor, partido por gala en dos, era como un homenaje al
proscrito Picasso, pues nunca le coincidían las dos mitades
de la cara, y el lado derecho del bigote le quedaba siempre
a la altura de la ceja izquierda. Juguetes que cortaban,
sangre de nuestra sangre, espadas como labios de un verso de
Aleixandre. Socorridas latas de leche condensada de La
Penilla (Santander), que con unas cuerdas, unos agujeros y
mucha imaginación se convertían en prodigiosos zancos, casi
en botas de siete leguas. Latillas de los tapones de cerveza
que eran el Real Madrid de Gento o el Betis de Rogelio. ¿A
la hojalata me vais a insultar, políticos de plastilina,
políticos de poliester, políticos virtuales, tan falsos que
hacen la descripción del solemne bobo español de toda la
vida y os dais por aludidos?
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