|
-
De
hoy no pasa. Ramón Cortés de Haro, el presidente de los
filatélicos sevillanos, es un viejo compañero de viaje en el
autobús escolar de Portaceli. Era a quien le cogía más cerca
la parada del Cristina. Como Juan Belmonte, Ramón Cortés
vivía en el Edificio Cristina, el pelotazo que dio Romanones
en vísperas de la Exposición del 29, cuando le recalificaron
los jardines, no, si las mangoletas urbanísticas vienen de
largo...
Ramón Cortés me ha mandado bastantes cartuchitos de rabitos
de pasas, recordándome que les debo muchos artículos blancos
y radiantes a mis lectores sevillistas, que son más que los
béticos. Y de hoy no pasa que me hagan efecto sus rabitos de
pasas. ¿Será por pasar? No passssa nada. Pues tengo que
agradecer a ZP que me permita saldar mi vieja deuda con los
señores del Sevilla F.C. sin necesidad del cobrador del
frac.
Vino ZP a Jaén, para meterse en los berenjenales que suele,
y no respondiendo a rebuscadas preguntas de los
corresponsales extranjeros, sino a las inocentonas de los
escolares, dio una definición de nación que parece que
estaba pensando en el Sevilla F.C.: «Nación es un conjunto
de personas unidas por un vínculo y una historia común, que
desean vivir de manera unida, que quieren un proyecto
colectivo y que, en definitiva, tienen una identidad fuerte
y asentada de pasado y voluntad de futuro...» Escuché la
definición, y como el otro saltó con «¡la gallina!» cuando
el predicador recitó el teresiano «Vivo sin vivir en mí», yo
exclamé oyendo a ZP:
-¡El Sevilla!
Es que lo ha cuadrado. Si es «un conjunto de personas unidas
por un vínculo y una historia común», el Sevilla F.C. es una
nación, unidas por el vínculo de la memoria de Don Ramón
Sánchez Pizjuán, de la vieja secretaría de la calle San
Miguel, de los tiempos excelsos de Helenio Herrera. Unidas
por el vínculo de Araujo, de Eizaguirre, de Alconero, de la
gloria coriana de Ruiz Sosa. Y por el látigo de Max Merkel.
Y por el pundonor de Juanito Arza, a quien dé Dios larga
vida.
«Que desean vivir de manera unida»... Y tan unidos. Este
reverdecimiento del sentimiento sevillista se ha operado muy
recientemente, en ese purgatorio de la Segunda División que
devino en rebelión de las masas blancas, con Nervión lleno
de ganas de sobreponerse a la adversidad, examen de
conciencia de la propia esencia, para «volver a ser lo que
fuimos».
«Que quieren un proyecto colectivo»: lo quisieron y lo
tuvieron, cada vez que se lo propusieron. Levantar el
Sánchez Pizjuán fue el primer proyecto colectivo. La vez
primera que un club de fútbol vendió acciones, que las
compraron los señores sevillistas. Un proyecto colectivo que
llegó del Carranza al Teresa Herrera, de la Copa de Ciudades
en Feria al imperio de la Delantera Stuka, que es el poema
paradójicamente mejor rimado en verso blanco de la
literatura sevillana: López, Pepillo, Campanal, Raimundo y
Berrocal. Cal blanca en flor de romance.
«Y que, en definitiva, tienen una identidad fuerte y
asentada de pasado y voluntad de futuro»: desde lo alto de
esta tribuna donde mi alfayate, que era sevillista, me
llevaba a ver jugar con el Atlético Aviación a Busto,
Guillamón, Campanal, Valero, Ramoní, Enrique, Liz, Arza,
Araujo, Domechech y Ayala, cien años contemplan vuestra
gloria, nación sevillista. Con himno, de El Arrebato. Con
escudo, tres santos por falta de uno. Con moneda: la moneda
de la verdad y del señorío. Con ejército: las fieles
legiones blancas. Hasta con su idioma, que es el habla de la
Sevilla apolínea.
Exijan sus derechos a ZP, señores sevillistas, porque según
su propia definición, son ustedes una nación. Nación rima
con Nervión.
(Addenda verderona. Y si el Sevilla F.C. es una nación, el
Real Betis Manque Lopera es que ni te cuento...).
Artículos de días
anteriores
Correo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|