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Tiene
que haberla. Voy a buscar una ampliación de mi capacidad de
sorpresa. Se me está agotando.
Como los chavales de las zapatillas de deportes con muelles
tunean sus coches, y su Seat Ibiza lo ponen de níquel y
alerones que ni el Fórmula 1 de Fernando Alonso. Como le
aumentas la pastilla a tu cámara fotográfica digital, o
llamas al técnico del ordenata y te amplia la memoria RAM (o
Asturiana, como dice una chirigota de Cádiz) y el disco
duro, y de gigas... ¡no te cabe ná! Igual que todo esto,
tiene que haber un dispositivo para ampliar la capacidad de
asombro. Nada, nada, hay que recalificar la capacidad de
sorpresa, levantarle tres plantas más y un ático
retranqueado. Cuando creías que ya era imposible que hubiera
más desaguisados, tropelías, injusticias, incongruencias,
temeridades, absurdos e invención de problemas, ¡zas!,
vienen ZP, la mentalidad dominante, la mayoría
parlamentaria, lo políticamente correcto, una Dama de Cabra
vestida de señorita Pepis, una Magdalena sin café donde
mojar la incompetencia o un separatista catalán de camisa
negra, y lo superan ampliamente. Y así no hay forma de
asombrarse. Se lo he oído al vecino que todos los días lee
el periódico de balde en la peluquería, pidiéndole al
barbero:
-Paco, dame el ABC, a ver qué putada nueva nos ha hecho hoy
Zapatero...
Mi capacidad de asombro estaba en la reserva, con luz roja,
cuando vi que en la Comisión Constitucional del Congreso
hasta el propio Guerra se había prestado a la reinvención de
las Cortes de Franco para aprobar el Estatuto Catalán. Sólo
faltan unos diputados con unas sábanas del Burrito Blanco
para que sean aquellos procuradores en Cortes saharauis que
luego se largaban a Marruecos con la caja. El paripé es el
mismo: decir amén a lo que ya está atado y bien atado en El
Pardo, digo, en La Moncloa. ¿No han visto la cara de
Rodríguez de Valcárcel que se le está poniendo a Guerra, si
sólo le falta hablar de la unidad de las tierras y los
hombres de España?
Pero tuve que busca huequecito a una nueva sorpresa. La
morisma se levanta y quema embajadas europeas como canutos
de yerba marroquina. Y va ZP, y con un turco que tiene
nombre de medicina de la Seguridad Social, Erdogan (¿Erdogan
Forte o Erdogan Retard?), va y en el «Herald Tribune», pues
salamalecún: «La publicación de estas caricaturas debería
ser rechazada desde un punto de vista moral y político».
¡Tócame los que riman con la alianza de civilizaciones!
Ay, que se me agota la reserva del asombro. ¿Pues no que,
apartado Fungairiño del buen camino, aplican al asesino
Parot las rebajas de febrero? ¿Qué capacidad de sorpresa se
necesita para aceptar que un tío con una condena de 4.799
años por 82 asesinatos pueda estar en la calle dentro de
cinco añitos? En este punto sólo me sorprende lo mismo que
cuando Farruquito: que aún no lo hayan propuesto para la
Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort.
Y con la sorpresa rebosandito los silos del pósito de la
indignación, ya casi no me queda sitio donde meter lo
callado que se ha quedado el PP tras la que ha liado la
ministra de Fomento en Barajas con el desaguisado de la
terminal sin terminar, que es lo que verdaderamente importa
e indigna al personal. ¡La que le habría liado el PSOE en la
oposición al ministro que era marido de la bailongona de
TVE, si hubiera sido al revés! Y para la violencia de sexo,
mal llamada «de género», es que ni te cuento, no me entra ya
la menor sorpresa: esto que desde que se aprobó la ley
protectora de señoras salgamos a uxoricidio por día.
De hoy no pasa que me amplíe la capacidad de sorpresa. La
tengo como las obsoletas máquinas de tabaco, que la tía me
dice: «¡Agotada, elija otra!».
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