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La
música es la de «Yo soy del Sur», la sevillana que Victoria
Loscertales canta tan de caramelo. Como estamos en Carnaval,
El Yuyu le ha cambiado la letra: en vez del Sur, el SAS.
Cantan en el popurrí sus cirujanos chirigoteros: «Yo soy del
SAS, me gusta dormí en las guardias, desayunar cuatro horas,
con mi tostada de molde con su mantequita Flora; leo el
diario y el Marca para ver qué es lo que pasa, y cuando
vuelvo al trabajo, en media hora a mi casa. Yo soy así y
tienes que comprender, y tienes que comprender, que mis
costumbres son esas y no las voy a perder». Óle. Como Yuyu
es de la casa, de Canal Sur, y además este año da su
Pelotazo en forma de pregón del Carnaval, tendrán ocasión de
ver muchas veces el popurrí de los cirujanos chirigoteros.
Con cuyo arranque de cuarteta del SAS me he sentido muy
identificado. Yo también soy del SAS. Pero no de la parte de
los cirujanos de la mantequilla Flora, sino de la otra, del
figurante que está en la camilla; de la del por qué número
van; de la de mañana lo suben a planta; de la de María
García, pase a consulta número 5; de la de ir a RX; de la
del Hache Ge. Hasta podría reescribir esa cuarteta. Diría
así:
«Yo soy del SAS, del Cuarenta y Uno Barra puestecito en mi
tarjeta, que voy a Urgencias de Trauma y luego a por las
recetas; mejor que en Jiuston me operan, qué enfermeras más
guapitas, qué manos del cirujano, un mojón para Sanitas. Yo
soy del SAS y tienen que comprender y tienen que comprender,
que a pesar de lo que cuesta mejor no puede ya ser».
Hoy no toca hablar de los dineros de la Sanidad pública. Hoy
no toca referir las historias para no dormir que contar
suelen las cartas al director en forma de quejas. Tras
percance familiar gordito, hoy me toca agradecimiento con
conocimiento de causa por la efectividad de asistencia de
los hospitales Virgen del Rocío, concretamente de Trauma. Ya
digo: yo soy del SAS. Para lo importante, para lo grave, no
hay más remedio que ir al SAS. Criticamos mucho cómo está la
Sanidad pública, pero ¡anda que la privada! Hay clínicas
privadas que tras grandes esfuerzos e inversiones
multinacionales han conseguido ser igualito, igualito que un
ambulatorio. Pero sólo para lo malo: las listas de espera,
las colas, la masificación, el trato desagradable. No en la
parte positiva del SAS, que es la eficacia en la asistencia,
los medios, la entrega y profesionalidad del personal, las
técnicas puestas al día, los últimos avances en aparataje,
incluso la alta tecnología de los trasplantes, en los que
Andalucía es adelantada.
Se habla mucho de una Sanidad tercermundista en Andalucía.
Existe. Por mi triste experiencia la he encontrado en la
privada, no en la pública. Yo soy del SAS y tienen que
comprender... A la privada se puede ir sólo a una operación
reglada; vamos, a los resfriadillos. En los asuntos graves,
complicados o urgentes, cuando se le presenten, no lo dude,
como Isabel mi mujer no lo dudó tras su accidente de
gimnasio: ¡al Morato de cabeza! Los hospitales Virgen del
Rocío son uno de esos desconocidos pueblos que forman la
ciudad de Sevilla. Entre las 9.000 personas que allí
trabajan y las 20.000 que entre hospitalizados, acompañantes
y enfermos de consultas externas están allí cada día, echen
las cuentas: un pueblo. Carmona más o menos. Con razón le
decían Ciudad Sanitaria. Pueblo en el que no deben
avecindarse quienes crean que la Sanidad es un jarrón para
las flores y una suite con butacones para las visitas. Paro
lo fundamental, lo que interesa, vamos que sí funciona, a
pesar de todos los pesares, y gracias fundamentalmente a los
profesionales de la Sanidad.
Así que cuando vean la chirigota del Yuyu por la tele, tomen
este libreto y canten con mi letra esa cuarteta del popurrí:
«Yo soy del SAS, del Cuarenta y Uno Barra puestecito en mi
tarjeta, que voy a Urgencias de Trauma y luego a por las
recetas».
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