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ANTIER,
Ignacio Camacho denunciaba brillantemente aquí al lado la
memez suprema de la pretendida paridad de géneros
gramaticales que le quieren imponer a un Estatuto Andaluz
que van a reformar.
-Déjese usted de pitorreo, y no se invente embustes de que
van a reformar el Estatuto andaluz. Ni que fuéramos
catalanes...
-En serio, que en el Parlamento andaluz ha empezado el
debate de la reforma del Estatuto.
-¿Y qué falta hacía reformar el Estatuto Andaluz?
-¡Eso digo yo!
-En algo se tienen que entretener las criaturitas...
No, entretenimiento no les falta. Aunque nadie se entere de
lo que hacen. Me da pena a lo Piyayo la poca importancia que
les damos a los parlamentos regionales castellanoparlantes.
La poca importancia que les damos a las propias autonomías.
Son parlamentos como de andar por casa. De entretenerse y
jugar a las casitas del Parlamento, a mayor gloria de los
catalanes de primera.
-No, Arenas está equivocado: Cataluña no tiene una autonomía
de primera: es de clase club.
Estos parlamentitos de la señorita Pepis que toquetean sus
estatutos también promulgan unas leyes que aunque nos
afectan a todos, nadie sabe que existen. Como la Ley de
Farmacia que quieren hacer en Andalucía. ¿Para qué sirve una
Ley de Farmacia en Andalucía? Que yo sepa, una botica en
Pamplona es exactamente igual que una botica en Córdoba. Y
una aspirina tiene en Jerez los mismos problemas
acetilsalicílicos que en Madrid. Pero dicen que Andalucía
necesita su propia Ley de Farmacia. Y la Dirección General
de Salud Pública de la Junta ya ha elaborado un
Anteproyecto. No crean que es un prospectito de los que
vienen dentro de las medicinas: es un tocho de 100 folios a
un espacio, más anexos. Que demuestran dónde puede llegar la
memez del lenguaje políticamente correcto. Según ese
anteproyecto, el farmacéutico no existe en Andalucía. Lo que
existe es el «farmacéutico o farmacéutica», fórmula nada
magistral que se repite cada vez que se refieren al
licenciado titular de una botica. En el anteproyecto de Ley
de Farmacia da dolor de cabeza leer tantas veces la misma
gilipollez de «farmacéutico o farmacéutica». Los genéricos
no van con la futura Ley de la Botica Andaluza.
Especialmente en lo que se refiere al uso genérico del
masculino gramatical que recomienda la Real Academia.
Hay artículos que son trabalenguas. Por ejemplo, el 24, que
trata «del farmacéutico o farmacéutica, regente, sustituto o
sustituta, adjunto o adjunta y personal auxiliar.» Que en su
párrafo 4 establece algo tan justo como que «tendrá la
consideración de farmacéutico o farmacéutica adjunto o
adjunta el farmacéutico o farmacéutica nombrado como tal que
ejerce conjuntamente como colaborador del titular, regente o
regenta, sustituto o sustituta». ¡Más claro, agua oxigenada!
Tratándose de un trabalenguas farmacológico, espero que la
gaditana Teófila Martínez presente muchas enmiendas a esta
ley, asesorada en el piriquitúliqui matúliqui antibiótico
por el mancebo chirigotero de la botica del Palillero. Y que
presente una enmienda sobre el mancebo. No hay derecho a
tanto «farmacéutico o farmacéutica», «regente o regenta», y
que por ningún lado llamen «mancebo o manceba» al que te
despacha la aspirina. Como tampoco hay derecho a la
discriminación de sexo que se traen con la aspirina. Me he
empapado los 100 folios y por ningún sitio pone lo que sería
lo políticamente correcto: que el farmacéutico o
farmacéutica es el que te despacha la aspirina o el aspirino.
El gelocatil o la gelocatila. El betadine o la betadina. La
analgilasa o el analgilaso. O el britapén o la britapena.
Eso, pena: pena da que empleen nuestro dinero en tanta memez
gramatical de amplio espectro.
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