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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Florentino como metáfora

Iba a escribir sobre algo que hoy tratarán, según mis cálculos, catorce mil artículos y siete mil dibujos humorísticos: la dimisión de Florentino. E iba a hacerlo en el mismo sentido en que irán todos. Que el Real Madrid es una maravilla, y no como el Gobierno. Un lugar donde la gente, cuando ve que lo está haciendo mal, que se ha equivocado, que tiene al personal en contra, coge y dimite. Habría que merenguizar España. Florentinizar España. A ver si empezaba a dimitir la gente por cuestiones más importantes que la rebelión del vestuario o el agotamiento de la venta de camisetas como proyecto deportivo. Por menos que Florentino aquí tenían que haber dimitido el ministro de Defensa, el fiscal general del Estado, la directora general de RTVE, la de Prisiones y medio fichero de altos cargos de la Administración del Estado. Y ya ven: sólo se va Florentino. Es una rima de Bécquer: Dios mío, qué solos se quedan los Florentinos en esta España donde nadie dimite.

¿Qué digo dimitir? Lo que se hace es justamente lo contrario: pactar con el enemigo con tal de permanecer en la poltrona. Lo que está ocurriendo en la gobernación de España está clarísimo a la luz de la dimisión merengue. Es como si Florentino hubiera pactado con el Barsa para que lo apoyara en su permanencia al frente del Real Madrid, al precio que fuera: a cambio de dejarse marcar todos los goles habidos y por haber. Florentino, en tal caso, podría seguir en la presidencia del Real Madrid con la misma sonrisita de malvado con que el nieto del Capitán Tan permanece en la presidencia del Gobierno de España...o de lo que va quedando de ella.

Algo que también deberían aprender de la metáfora de Florentino es a llamar esclarecedoramente a las cosas por su nombre. Tomen esta frase y cambien en ella las palabras «Real Madrid» por la voz «España»: «Creemos que el Real Madrid necesita un cambio y éste es el momento oportuno». Blanco y con galácticos. Más claro, agua. Ejemplo para que se dejaran de eufemismos como «violentos» y como «paz» a la hora de hablar de la claudicación ante la ETA. A la que hay que empezar por ponerle por delante el artículo. Nadie dice Mafia ni Camorra, sin artículo: son «la» Mafia y «la» Camorra. Por las mismas, no es ETA a secas, es «la» ETA. Y no son «los violentos», como ha roto en llamarles el nieto del Capitán Tan, sino los asesinos. Los violentos son los Pablos Alfaros que les meten patadones a los galácticos vendecamisetas. Los de la ETA, insisto, no son los violentos: son los criminales que han asesinado a esos mil españoles a cuyos deudos no quiere escuchar el nieto del Capitán Tan. A quien, ya que no imita a Florentino en el arte de irse a su casa, por lo menos debía seguirle en la grandeza de llamar a las cosas por su nombre.

Claro, que en tal caso no hablaría tampoco de «proceso de paz». ¿Pero qué paz ni qué niño muerto, naturalmente que niño muerto por bomba asesina en casa cuartel de la Guardia Civil? Para que haya un proceso de paz ha tenido que haber antes una guerra. Y aquí la última guerra, que yo sepa, fue la de Ifni, antes que les regaláramos el Sahara a los moros amigos de la alianza de civilizaciones que nos toca lo que rima. Paz es la «situación y relación mutua de quienes no están en guerra». Y aquí no ha habido nunca dos bandos en mutua guerra, sino una cuadrilla de asesinos matando, secuestrando, extorsionando y pactando con Carod Rovira en Perpiñán la destrucción de un Reino constitucional que no ha utilizado más armas que las del Estado de Derecho.

Dije que no iba a escribir de la dimisión de Florentino, y se me acaba el papel sin hacer otra cosa. No, si todo lo del nieto del Capitán Tan se pega. Hasta esto de prometer una cosa y después hacer justamente la contraria. Sin que dimita nadie.



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