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Los
pasos de cebra eran tomados antes por los conductores por el
pito de un sereno. Pero vengo observando que últimamente son
más respetados que lince en Doñana. No ya cuando un peatón
está empezando a cruzar, sino cuando parece que a ese señor
que está ahí en la acera se le adivinan ciertas intenciones
de atravesar la calzada. O soy mal observador de la
evolución de las costumbres, o tal celo respetuoso con los
pasos de cebra, tal estricto cumplimiento de las normas del
Código de Circulación, viene ocurriendo desde el crimen del
celador en un cruce del Sector Sur.
En una ciudad donde antes se respetaban poquísimo, los
conductores paran ahora con exactitud y rigor ante todo paso
de cebra. ¿Por las multas? No, padre. ¿Por el carné por
puntos? No, progenitor A. Por algo más triste: por miedo.
Por el miedo que tiene la gente en el cuerpo, no sea que
atropelles a ese señor que está cruzando, y resulte que es
de las fuerzas armadas de la delincuencia y la marginalidad,
y venga un coleguilla suyo y te descerraje el cargador
enterito de su pistola.
Con acierto imperial, Adriano, en su recuadrín diario de
opinión en las páginas que abren la información local de
ABC, decía el otro día que hay sevillanos que a la hora de
salir a la calle cogen la cartera, el carné de conducir, las
tarjetas de crédito, las llaves de la casa, las llaves del
coche...¡ y la pistola! Hay zonas marginales de Sevilla y
sectores inadaptados de su población que son una ciudad sin
ley, un Far West interior, donde el pistolón está a la orden
del día. Las ensaladas de tiros son cada vez más comunes.
Cuatro muertos por balasera ha habido en los últimos meses:
el crimen del celador, el crimen del bar Los Camioneros, el
uxoricidio de Los Pajaritos, el crimen de Urgencias del
Virgen del Rocío. Y si no me equivoco, los cuatro homicidios
a tiros fueron cometidos con armas sin papeles, sin permiso,
sin guía. Con pistolones comprados en el mercado negro de
los barrios marginales, donde por unos euros te llevas un
pistolón del 45 como el de Gary Cooper en el Oeste... o como
el del homicida de las urgencias de la Residencia.
Y si me dan miedo los delincuentes con pistolón, más me da
el hecho de que las que siempre se han llamado «personas de
orden» se armen hasta los dientes. Se ha informado
oficialmente que 491 sevillanos tienen licencia de armas de
la clase B, y llevan pistola o revólver, porque están
amenazados, transportan caudales o trabajan con joyas u
objetos de mucho valor. Y se ha informado que la Guardia
Civil tiene registradas legalmente en la provincia 101.714
escopetas. Sumen pistolas y escopetas, y tal como están de
desmanteladas en efectivos las Fuerzas Armadas, ese
potencial de fuego no lo tiene en la provincia de Sevilla el
conjunto de unidades de la Fuerza Terrestre, ni aunque le
sumemos el Ejército del Aire y la Comandancia Militar de
Marina. ¿Qué más quisieran los militares que tener al
servicio de la Patria a 101.714 soldados con el Cetme en la
mano? Los soldados y marineros que los tres Ejércitos tienen
en armas en toda España, ojo, en toda España. son solamente
75.354.
Y todas estas armas están por ahí, legalísimas, eso sí, pero
cargadas por el diablo. Al cambio, esto es como la National
Rifle Asociation que presidía Charlton Heston y que en un
momento dado fue un poder fáctico en Estados Unidos. Y si
están cargadas por el diablo estas armas legales, ni te
cuento las clandestinas en manos de los delincuentes, o de
esos inmigrantes ilegales que ni siquiera sabemos cuántos
son, de qué países vienen y dónde están asentados, pues como
no existen la Policía no los puede fichar ni controlar.
Bueno, pues hay todavía quien a esta sociedad legal o
ilegalmente armada militarmente hasta los dientes le dice
«sociedad civil».
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