|
-
Vengo
desde Madrid en el Ave, leyendo el artículo de Alvaro Ybarra
que denuncia cómo quieren que desandemos el camino del 28-F
y descendamos a autonomía de segunda. Estos señores que
dicen que nos representan a todos y que muchas veces no se
representan ni a sí mismos no se ponen de acuerdo sobre qué
es Andalucía. Unos, que una nación; otros, que una
nacionalidad histórica; los que son más, que una realidad
nacional. Se ve que ningún político ha leído a Luis Cernuda,
que lo dice bien clarito: «Andalucía es un sueño que unos
pocos andaluces llevamos dentro».
Y se ve que cuando suben o bajan en el mirabrás del Ave, no
miran a embelesarse por la ventanilla, como ahora hago.
Suelto el ABC sobre la mesita, miro por la ancha cristalera,
de Despeñaperros pabajo, y el paisaje, Andalucía misma, me
enseña su luz, a modo de carné de identidad. Está clarísimo:
Andalucía es un sueño. Y una luz. Andalucía es el sueño de
una luz.
¿Qué es Andalucía? Y la jara del monte, que quiere romper en
flor, convocada por esta luz, me responde, con Bécquer: ¿Qué
va a ser? Pues este sueño, esta luz. Un azul de Murillo, un
amarillo de albero, la mar de Huelva, el otoño en los
jardines del Generalife, un naranjo en flor, la magnolia, el
jazmín, el nardo, la buganvilla, la dama de noche, el
esparto de una túnica de nazareno o del cabo enverdinado de
una falúa de Punta Umbría, de una barquilla caletera, de una
jábega de biznagas. Un verde de campo de trigal que
amarillece cabeceando espigas. El arrayán del Alcázar de los
Reyes Cristianos, el aceite del olivo de Minerva, fustes de
Roma enlutados por Joselito, por Manolete, por Ignacio
Sánchez Mejías.
Andalucía es Velázquez y Juan Ramón, Cánovas y Castelar,
Trafalgar y Las Navas de Tolosa, García Lorca y Almotamid,
Góngora, Nebrija, Cádiz naciendo entre las olas, Granada
callando en surtidores, fenicios, tartesios, moros,
cristianos, San Isidoro, San Fernando, Sor Angela,
descubridores, caballeros cubiertos, ilustrados, liberales,
doceañistas, la Mano Negra, Casas Viejas, Blas Infante, León
y Quiroga, Chaves Nogales, Muñoz Seca, Pemán, Villalón,
orilla de América, islas del Guadalquivir, Málaga dulce,
Rute, Sanlúcar, Jerez, Montilla, doradas piedras
renacentistas de Ubeda y Baeza, murallas de alcazabas,
Almerías de luna con sol a mares, a espuertas de cal de
Morón.
Y los caballos de Jerez, y los jinetes de Córdoba por el
llano de las vegas de naranjos, de almendros, de almazaras,
de alféizares, de alhucema, de albardones de mulas que van
al río llevando un cante, una copla, una canción, penas y
alegrías, esperanzas y quebrantos, la emigración, el paro,
Fígaro que afeita a Don Juan Tenorio para que enamore a
Carmen, ópera, maestro, ópera flamenca, Lola, y Juana, y
Juanito, y Don Antonio, y Manolo, y el Cristo de los
Gitanos, y un Nazareno que es El Gran Poder, El Abuelo, El
Rico, El Greñúo, que es Hijo de la Macarena, de la Virgen de
la Cabeza, de la Virgen de las Angustias, de la Virgen de la
Cinta, de la Virgen del Rosario, que al Rocío no le llaman
Almonte, sino relicario de la Virgen del Rocío, viva esa
blanca paloma de Picasso, a la que Alberti da arvejones en
la arboleda perdida, y Mariana Pineda la lleva de la mano
por Sierra Nevada para que no la haga cautiva un palomo
ladrón que va con la partida del Tempranillo, de Seisdedos,
con los garrochistas de Bailén y las bombas que tiran los
fanfarrones, mientras Trajano y Adriano se colocan en Roma
de emperadores y aquí queda una Giralda, una Mezquita, una
Alhambra, y un pueblo, sencillamente un sueño, una luz, que
como de algún modo había que llamarlos, rompió la gente en
decirle Andalucía, esta tierra que me enseña la hermosura de
su carné de identidad por la ventanilla de este tren que los
olivares han hecho de plata.
Artículos de días
anteriores
Correo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|