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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Plaza para Manuel Garrido

Acertijo: ¿de quién son estos versos?

Un pañuelo de silencio

a la hora de partir,

porque hay palabras que hieren

y no se pueden decir.

-Son de Rafael de León, seguro, y me parece que los cantaba Juanita Reina.

Pues no. Los escribió un hombre de versos y de radio: Manuel Garrido. Y les puso música Manuel García. Y no los cantaba Juana Reina: me parece que los grabaron por vez primera Los Amigos de Gines en 1975. Son de unas sevillanas que han ido más lejos que el clavel que me diste, y que están ya en el pozo de la memoria común, con visitas de Juan Pablo II incluidas. Esos versos son la segunda letra de las llamadas Sevillanas del Adiós y que se titulan en verdad «El Adiós». Que tienen pasajes mucho más hermosos aun que su conocidísimo y popular estribillo, cual esta segunda letra, o como la tercera, tan albertiana, del barco que se hace pequeño cuando se aleja en el mar.

Pocas letras de sevillanas se han hecho tan universales, desde que emocionaron a Juan Pablo II, que las unió para siempre al recuerdo de Sevilla: «Ah, Sevilia -decía, polaqueando-, no te vayias todafffía...» Don Enrique Ayarra, que las borda, de bordón y prima, en los órganos de la Catedral, las tocó hasta en el mismo Vaticano. Y cumpliendo la sentencia de Manuel Machado, nadie sabe el autor de esta copla que canta el pueblo que la hizo suya. Por eso es de justicia lo que ha hecho Sevilla: ponerle el nombre del autor de «El Adiós» (o de «Pasa la vida»), del poeta Manuel Garrido, a una plaza de su barrio de La Barzola. Qué sola estaba La Barzola en el olvido del letrista de la sevillana pontificia. Y qué alegría que Sevilla lo reconozca en este tiempo de injusticias. Manuel Garrido sí que se merecía la Medalla de Andalucía y no los rizos de Bisbal. ¿Quién se sabe una sola canción de Bisbal? Y por el contrario, ¿quién no sabe seguir la letra enterita, en cuanto alguien salta con «algo se muere en el alma»?

Manuel Garrido es, por otra parte, símbolo de todo un tiempo glorioso y popularísimo de la radio en Sevilla, antes de la televisión. Profesionalidad en la que tampoco se le hizo justicia. Se ha hablado mucho de los grandes: de Rafael Santisteban, de Agustín Embuena, de Manolo Bará, de Juan Bustos. Pero muy poco de toda una galaxia de locutores que en muchos casos eran además del cuadro de actores de la emisora, guionistas, productores, lectores de guías comerciales. Creadores en suma. Voces de emoción en las retransmisiones cofradieras, de ingenio, de arte, entre las que ahora, con Manuel Garrido, evoco a Agustín Navarro, a Nicolás Fernández Sevilla, a Alfonso Contreras, a Marisa Carrillo, a Conchita Núñez, a Carmina Morón, a Mariló Naval. a Begoña Achával, a Mari Carmen de las Casas. Rememoro esa radio sevillana y veo en un viejo estudio el nervio y la inspiración de Manuel Garrido. Está haciendo un programa cara al público, con muy pocos medios y mucha imaginación. Es delgado, huesudo, nervioso. De manos elegantes. Tiene un mechón blanco en el pelo que lo hace parecer un Antoñete del micrófono. Nadie sabe que ese locutor de Morón ha escrito la cal viva de unos versos que le han salido del alma y que en el alma del pueblo quedarán. Unas sevillanas. «El Adiós». Menos mal que se ha doblado un cruel pañuelo de silencio. Desde ahora, en La Barzola, el nombre de una plaza dará una bienvenida de gloria imperecedera al letrista de «El Adiós». Algo revive en el alma de una ciudad cuando un poeta queda honrado para siempre, con mando en plaza de las esquinas del viento de la memoria.

 

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