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Progresamos.
Ya hay un mono que, sin darle leña alguna, habla catalán. Se
llama Awali. Gorila. Como los zapatos irrompibles de la
pelotita verde que nos compraban nuestras madres. Awali
ocupa en el zoo de Barcelona la plaza vacante por deceso del
famoso Copito de Nieve. Tiene a su disposición fornicatoria
a cuatro hembras sexys y complacientes: Coco, Yangú, Batanga
y Muni. Awali es, más o menos, como los jugadores que ficha
el Barsa. Nació en 1993 en Amsterdam: vamos, paisano de
Cruyff. Estuvo antes en Sttutgart y en Paington (Gran
Bretaña). Lugares donde sus cuidadores le hablaban en una
lengua minoritaria, con la que apenas se expresan el
Príncipe Carlos y Los Beatles: el inglés. Ese dialecto
minoritario en el que Shakespeare se hizo con la calavera un
lío, si SER o no SER, que parece el EGM de la radio más que
«Hamlet».
Bendita la hora en que Awali llegó al zoo de Barcelona,
porque sólo así y allí pudo comenzar su proceso de
normalización lingüística. A Awali empezaron inmediatamente
a hablarle en catalán porque la Generalidad multa a los
cuidadores de gorilas que no chamullen la lengua del
imperio. Awali ha hecho grandísimos progresos en la lengua
de Espriu. Awali comprende perfectamente los informativos de
Tele Maragall y hasta exige por las mañanas que, junto con
la ración de plátanos del desayuno, le lleven el «Avui». Se
bebe los editoriales. «Aprenderá catalán más rápido que
muchos futbolistas», ha dicho rebosante de satisfacción
Jordi Portabella, quien ha anunciado que Awali ya entiende
todas las órdenes en catalán.
Es decir, que Awali ha llegado al Nivel Zapatero en el
conocimiento de la por otra parte hermosísima lengua:
entender las órdenes en catalán. Y obedecerlas. Desde que lo
metieron en la jaula dorada de La Moncloa, Zapatero, como
Awali, ha hecho grandes progresos en el conocimiento del
catalán. Lo entiende mucho mejor que Ronaldinho. Zapatero
entiende todas las órdenes en catalán que le dan. Entendió
perfectamente las órdenes en catalán que le dio Carod
Rovira, tras entrevistarse con los asesinos de la ETA en
Perpiñán. Entendió perfectamente las órdenes en catalán que
le dio Artur Mas en la noche en que resucitó un Estatuto que
estaba amorcillado, buscando las tablas, a punto de echarse.
No se olvide que al Estatuto Catalán lo levantó el
puntillero, y que el puntillero fue Zapatero, quien no
solamente entiende perfectamente todas las órdenes que le
dan en catalán, sino que las lleva a la práctica
sumisamente.
Tras lo de Awali, pues, no me extraña que llegue al Congreso
el Proyecto Gran Simio para la inclusión inmediata de estos
animales en la categoría de personas y que se les otorgue la
protección legal de la que actualmente sólo gozan los seres
humanos. Es lo menos que se podía esperar: a ver si se
aprueba pronto el Estatuto del Mono. Será de gran utilidad
ante los desastres nacionales que se avecinan. Por ejemplo,
quien viva en Barcelona, defienda la Constitución y quiera
que sus hijos aprendan castellano en la escuela, sólo
alcanzará la libertad y le serán reconocidos sus derechos
humanos fundamentales si se acoge al fuero de sagrado del
Estatuto del Mono. Los navarros tendrán preservados todos
sus derechos frente al imperialismo separatista vascongado,
acogiéndose al Estatuto del Mono. Todos, de mayores,
querremos ser simios, para que nos reconozcan los derechos
humanos que hoy por hoy se nos niegan. Como andaluz, me pido
Estatuto del Mono en vez de la realidad nacional, y exijo la
inmediata anexión de los macacos de Gibraltar.
Mas en punto al Estatuto del Mono, lo que nadie me quita de
la cabeza es el nepotismo, cuando miro a Rubalcaba y pienso
en la etiqueta del Anís del Mono, donde el simio proclama,
probablemente acerca de Zapatero: «Es el mejor. La Ciencia
lo dice y yo no miento.»
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