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Aprueban
el nuevo Estatuto andaluz ante una indiferencia general (de
división) completamente descriptible. Con fervor lepero:
cero grados, ni frío ni calor. Y me acuerdo de la letra que
la murga le puso de guasa al pasodoble «La Giralda», cuando
se aprobaron las bases del Estatuto que nunca existió por
culpa de la guerra (in)civil. Decía el popurrí, con música
de «La Giralda»:
Tuvo por cuna un testuz
el Estatuto andaluz...
No sé qué testuz ha acunado ahora al Estatuto del Poyaque.
Poyaque lo tienen los catalanes, ¿por qué no lo vamos a
tener nosotros? Poyaque ZP quiere que lo de nación se diluya
y se confunda con el paisaje, convirtamos a Andalucía en una
realidad nacional, para disimular.
Nada menos real que Andalucía como realidad nacional. De
momento los legisladores, los padres de la patria andaluza,
son unos padres separados. Han exhumado las dos Españas,
hurgando en las heridas de la memoria, y ya tenemos las dos
Andalucías. No la Occidental y la Occiden...cual. No. La
Andalucía que ha votado el Estatuto y la que el Estatuto se
la remanfinfla, que diría Pacheco en Jerez. Ninguna de esas
dos Andalucías tienen la mayoría. La mayoría la tienen los
que, con voz acuñada por la gracia viñera de Manuel Picón,
Juan Miguel Vega llama «los gloriabenditas». Los encantados
de la vida. Los eternos otorgantes de mayorías.
Y algunos no vemos por parte ninguna esa gloria bendita.
Andalucía es una realidad nacional. Bueno, ¿y qué? ¿Qué más
da? ¿Qué va a pasar cuando Europa cierre el grifo de las
subvenciones? Más preocupada está la gente en Sevilla porque
han convertido a la ciudad en una realidad sin árboles. Una
realidad desforestada. ¿Saben ustedes por qué está así el
desierto del Sahara? Pues porque una vez el alcalde de
Sevilla quiso que pasara por allí el tranvía. El tranvía
nunca pasó por el Sahara, pero el alcalde, de momento, lo
dejó como la palma de la mano, sin un solo árbol. ¿O será
que esto de cortar troncos del Alcalde Aizcolari es un
homenaje a Otegui, pedazo de héroe del «proceso de paz»?
Me inquieta que lo hagan todo sin anunciar, a espaldas de la
gente y contra su voluntad. Lo del diálogo aquí no se
estila. Aquí el talante es el tira palante. Sin apenas
debate, sin que nadie se entere, nos hacen realidad nacional
y sin anunciarlo cortan los árboles de media Sevilla. Si a
un pastor de Sierra Nevada lo metieron en la cárcel por
cortar una mata de manzanilla, ¿dónde hay que meter al que
corta trescientos árboles? Dicen que los arboles estaban
enfermos, Ah, ya. Como el Estatuto la reconoce, eutanasia
también para los árboles.
En Madrid, Gallardón iba a cortar algo así de árboles en el
Paseo del Prado. Pero como allí las cosas se hacen
anunciándolas antes, sacándolas a información pública, la
baronesa Thyssen ha encabezado la protesta, y dice que como
el yerno de Utrera Molina coja el hacha, se encadena a los
árboles. Aquí como Tita Cervera no se encadene a las
columnas de las Gradas de la Catedral, no sé dónde va a
protestar... No quedan árboles ni para encadenarse la Tita
Cervera ni latita de cerveza. Qué furor arboricida no
tendrán, que hasta han comprado una máquina carísima para
arrancar tocones de árboles talados. Quieren amortizarla
como sea. ¿No podríamos los votantes comprarnos una máquina
así, para arrancar tocones de alcaldes arboricidas y no
dejar ni rastro de ellos? O pedir a los votantes lo que el
alcalde a los taxistas: que se zafen de sus dirigentes, que
son una minoría radicalizada. Aquí no hay forma de zafarse
de una minoría radicalizada que nos lleva a la realidad
nacional y a la ciudad sin árboles y sin transportes
públicos. Estamos en manos de los gloriabenditas. Que no son
los dirigentes, no. La cosa es peor: los gloriabenditas
somos los votantes.
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