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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Ay, barrio de Don Indalecio

Eonocen el bolero, ¿no? Ay, barrio de Santa Cruz, con su lunita plateada, testigo de nuestro amor bajo la noche etcétera. Pues al tal barrio le ocurre como a Juan Belmonte en sus comienzos: lo que decían sus partidarios, que había que darse prisa en verlo antes de que lo matara un toro. Dense prisa en ver el barrio de Santa Cruz, porque con este triste y nada jocundo cachondeo nacional de la Memoria Histórica, puede ser que de aquí a nada hasta le cambien el nombre. Que el barrio más universal de la tierra que le presta a España sus señas de identidad nacional se llame Santa Cruz es una provocación. Lo de la Cruz no les gustará nada a nuestros amiguetes los morancos. Así que no me extrañaría que con motivo del LXXV aniversario de la II República le llamen algo más políticamente correcto. Por ejemplo, barrio de la Media Luna. O barrio de las Tres Culturas: las Tres Culturas se llevan muchísimo en la tierra donde se olvidan intencionadamente las raíces de Roma, de San Isidoro o de Alfonso el Sabio.

Igual que en Sevilla hay una casa y en la casa una ventana y en la ventana una niña que las rosas envidiaban, en el barrio de Santa Cruz había una plaza, y en la plaza una fuente renacentista, y un muro blanco de cal y silencio, con un retablo devoto de azulejos bajo su tejaroz, y una hermosa buganvilla, desde donde se veía el perfil más agraciado de la Giralda. Era la plaza de la Alianza. Era. A partir de ahora ya no lo será. De Alianza, nada: aquello será plaza de Indalecio Prieto, ¡toma ya!

-¿Y qué tiene que ver Indalecio Prieto con el barrio de Santa Cruz y su lunita plateada?

- ¡Eso digo yo!

En plenas manipulaciones históricas del LXXV aniversario de la II República, quieren dejar memoria indeleble de una mentira, porque Sevilla no le debe nada a Indalecio Prieto, el de «¡tiros a la barriga!» Una de las primeras medidas del Gobierno provisional, antes de las Constituyentes, fue entregar al Ayuntamiento de Sevilla los Reales Alcázares, propiedad del Patrimonio de la Corona, por gestiones de Martínez Barrio (Martínez Birria, que le llamaba la guasa local). La demagógica toma del palacio de invierno en Sevilla fue la entrada de las futuras hordas de 1936 en el Alcázar, como en Madrid lo fue la invasión popular de la Casa de Campo. Y hubo un ministro de Hacienda que sin ser de Sevilla ni tener nada que ver con la ciudad, sólo por rencor antialfonsino, firmó el decreto expropiador. Ese ministro fue Indalecio Prieto, que pasaba por allí por la «Gaceta de Madrid». La Plaza de la Alianza no tiene nada que ver con el Alcázar expropiado a Don Alfonso XIII, pero da lo mismo. Se trata de reescribir la Historia en plan de cachondeo. Mejor que a Prieto podrían haber recordado al arabista Alfonso Lasso de la Vega, a quien la República nombró conservador del Alcázar en lugar del marqués de Vega Inclán. Y tantos pujos se dio donde antes estaba Alfonso XIII, que la guasa le puso de mote «Alfonso XIV». Eran días de fervor tricolor, donde el abuelo de Carmen Sevilla, don Cecilio de Triana, escribió de pitorreo que a antimonárquico no le ganaba nadie: que para él, desde aquel momento, los pavos reales del Parque pasaban a ser automáticamente pavos republicanos.

Mucho me temo que el fervor del revanchista revisionismo izquierdista del callejero del barrio de Santa Cruz no quede en la Plaza de la Alianza, y que el Callejón del Agua pase a ser Callejón del Derogado Plan Hidrológico Nacional, y la Plaza de Doña Elvira, pues Plaza de Doña Carmen Romero de González. Fervor en el que no comprendo la inquina contra la Alianza, que era el nombre de un histórico comercio que allí estuvo. ¿Se creerán que era por Alianza Popular? Si era por poner su cagadita en todo, les hubiera quedado muy propio añadirle «Plaza de la Alianza... de Civilizaciones», como a la Avenida de la Raza le han puesto «Avenida de las Razas», y no sabe ya uno si es por la porcina, por la canina o por la caballar.

 
 


 

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