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VERIFICACIÓN
de verificaciones y todo verificación. ¿Será por verificar?
Verificaciones verbales. Innecesarias. Citas a las calendas
griegas. A mí he hacen mucha gracia los sucesivos papeles de
verificación de la actividad cero patatero de la ETA que
emite cíclicamente el Ministerio de Interior. Cuantas más
casas chamuscan, más cartas de extorsión envían, más salen
los emboinados encapuchados emitiendo doctrina, más
verifican ellos enfáticamente que el Gobierno... Pues lo
inverificable. Si la ETA ha cesado su actividad, si estos
chicos son ya tan buenos, si les vamos a dar todo lo que
piden, como la autodeterminación, la territorialidad y dos
huevos duros, ¿por qué siguen saliendo encapuchados los que
hablan en su nombre? Si todo es tan normal como Interior
verifica, estos chicos no tendrían razón alguna para salir
encapuchados. Y si salen encapuchados, digo yo que el fiscal
general del Estado o por lo menos el guardia de la porra del
Altozano, podían por lo menos verificar a qué viene tal
impunidad en el enaltecimiento de lo que hoy por hoy
verifico que debe seguir siendo llamado terrorismo.
Lo de la verificación me encanta por los gratos recuerdos
tropicales que me trae, por un húmedo aroma a flamboyán y
manigua, por un lejano horizonte donde croa el coquí. Nada
más antillanamente boricua que la verificación. Ocurre que
allí en Puerto Rico lo dicen en el hermoso y creativo
espanglis del «qué bonita bandera». Pides un mantecado, que
es como españolísimamente llaman a los helados, y te
contestan:
-Voy a chequear.
Y al cabo, del inglés al riquísimo español de la colonia, te
contestan:
-He averiguado y no nos queda mantecado... ¿Quiere un
tembleque?
Yo, puesto todo el mundo así, también voy a chequear. No voy
a ser menos que los encapuchados emboinados. Ni menos que
los Rubalcabas. ¿Qué buscabas, Rubalcaba? Yo voy a ponerme a
verificar por mi cuenta. Miedo me da hacerlo, pero ni voy
ser menos que nadie. Voy a averiguar cuántas banderas
españolas habrá en París en la final de la Copa de Europa.
Si en la final holandesa de la Copa de UEFA, aun jugándola y
justamente ganándola el equipo de la capital de sólo una
«realidad nacional», había tan poquitas banderas de España,
¿se imaginan las que puede haber en París, con el equipo de
la capital de la nación catalana? No corre desgraciadamente
el menor peligro en sus piños quien apueste que se deja
arrancar un diente por cada bandera española que vea en
París para animar al Barcelona, que es más que un club, por
descontado: es la verificación de que la «pole position» que
han alcanzado para la desintegración de España es imparable.
Y no quiero ni pensar que tenga que verificar ante el
televisor que el Rey de España, o de lo que queda de ella,
asista en París a la suprema ceremonia de la confusión
europea de los que no quieren ser españoles, pero que las
deudas de su Sanidad, eso sí, se las paguemos desde Madrid.
Como tampoco quiero verificar que le sigamos perdonando
deudas al indigenista boliviano que cuantos más cientos de
millones de euros les pagamos, 100 primero, 60 después, más
cosas nos expropia. Echense mano a la cartera y verifiquen
que no se la ha quitado Evo Morales, cosa que no es de
extrañar si es usted un modesto accionista del BBVA o de
Repsol. No sé por qué la gente desconfía de las bandas de
carteristas sudamericanos que trabajan en el metro y en el
autobús. Las peligrosas son las bandas de carteristas
sudamericanos que trabajan en las presidencias de Venezuela,
Bolivia y Cuba, nuestros verificadísimos amigos del alma, a
los que cuando les damos el abrazo de hermano con sabor
etcétera nos quitan la cartera. En lo que verificamos que ZP
sonríe muchísimos más que antes de que nos la quitaran.
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