Cuando
escribo no sé si el asunto ha sido tratado en el debate del
estado de la Nación. Pero, como miles de españoles, ya he
visto el más realista y descarnado debate del estado de la
nación y del propio concepto de España, en sus más sagrados
símbolos. Debate itinerante con calor sofocante, que rima.
Me lo trajeron el domingo a casa, de puerta a puerta. El más
desesperanzador debate del estado moral de España fue el
desfile del Día de las Fuerzas Armadas. Más que una parada
fue un parón: un parón a todo lo que pudiera significar
culto colectivo a los conceptos de Patria, de bandera, de
Ejército o de la misma España. Las más altas instancias del
Estado en debate dejaron más solos que a los de Tudela al
Rey y a las constitucionales Fuerzas Armadas. La propaganda
decía que se trataba de la unión del Ejército y el pueblo.
Lo hicieron directamente, sin intermediarios, a pelo,
¡hala!: el españolísimo, por andaluz, pueblo de Sevilla,
aplaudiendo directamente al carnero de la Legión y a ese
oficial de Caballería de la Guardia Civil que lo ves y te
parece contemplar «La carga» de Ramón Casas... como portada
de un manual de Historia Contemporánea de España.
Lo del domingo en Sevilla
fue un debate con carnero de la Legión. Madelón que
demuestra que a la Legión le gustan las mujeres, pero que
a Zapatero no le gusta en absoluto la Legión. Seguramente
tiene alergia a los carneros, de ahí la causa de su
ausencia junto a los Reyes, como representante democrático
de todos los españoles, en el homenaje de la nación a sus,
repito, constitucionales Fuerzas Armadas.
- Sí, venga, repita lo de
constitucionales referido a las Fuerzas Armadas, que el
paquete del teniente general Mena se va a quedar chico al
lado del puro que le van a meter a usted...
Otros, en el fernandino Día
de las Fuerzas Armadas, oyeron el xilofón de la banda de
Aviación tocando lo de banderita tú eres roja, cuando
todos sabemos que la que hay que sacar cuando está el
Príncipe de Asturias es una que tiene una franja morada.
No escuché ese xilofón. Pero sí los cencerros tapados con
que este Gobierno tan progre y tan antimilitarista celebró
la fecha de guardar honor y memoria a los Ejércitos y a
los que, sirviéndola en ellos, dieron su vida por la
Patria. Cencerros tapados en una parada jibarizada,
minimalista, invención del círculo cuadrado del batallón
de una sola compañía y del regimiento de un solo batallón.
Cencerros tapados de la comentada ausencia de Zapatero,
que, ya saben, mandó parte facultativo, porque igual que a
otros les da alergia el polen del olivo, a él se le
hinchan las narices cuando ve al carnero de la Legión y
pasa con todo honor y gloria la bandera de España. Y hubo
muchas más significativas ausencias. Entre otras, la
ausencia sonadísima de todas las altas instituciones del
Estado. Aparte del Gobierno en pleno, otras veces, en La
Castellana, estaban en el desfile los representantes de la
soberanía nacional, cual los presidentes del Congreso y
del Senado; los del Constitucional y del Supremo. Los tres
poderes del Estado que defienden las Fuerzas Armadas. Y
los partidos de la oposición, por descontado. Vamos, hasta
el Cuerpo Diplomático estaba otras veces. En Sevilla, nada
ni nadie. Todo mini y light. Es como si la que fue una
gran ceremonia de Estado antes de este Gobierno
radicalizado y chantajeado por los separatistas se la
hubieran llevado intencionadamente a un pueblo,
rebajándola (de rancho) hasta dejarla poco menos que en
una primera comunión medio regularcita, con tambores y
cornetas.
Donde por cierto se dio el
mejor mentís a esa calumnia de la realidad nacional que le
han levantado a Andalucía. En Sevilla no había otra
realidad nacional que España y el desprecio del presidente
del Gobierno a sus máximos símbolos.