Si
me aceptan el neologismo, todo se asemanasantea. Llamo
asemanasantear a la invasión por las cofradías de todos
los ámbitos ciudadanos, en el barroco horror al vacío.
Calles con nombres centenarios pierden su rotulación,
para pasar a ser Cristo de Esto o Virgen de lo Otro,
cual Indalecio Prieto a lo divino. Llamo asemanasantear
a la conversión de las cofradías en grupo de presión. El
«lobby» judío manda en Nueva York bastante menos que el
«lobby» cofradiero en Sevilla. El presidente del
Consejo, sin concurrir a urnas públicas, es una
autoridad local más: basta ver las precedencias del
protocolo, que lo coloca junto al presidente de la
Audiencia o por delante del presidente de la Diputación.
Y al Corpus, ahora, lo
asemanasantean y lo llevan hasta La Campana. Proclamo en
su honor que al Corpus lo salvaron las cofradías. Si por
los dos Cabildos hubiera sido, tras las modernidades del
Concilio Vaticano II, el Corpus sería ya memoria de los
días, unas fotos sepia en un libro de Nicolás Salas. Al
Corpus lo salvaron las cofradías y lo revitalizaron los
comerciantes con sus escaparates. Y los sevillanos,
dando barzones la víspera por Sierpes y por Francos, o
saliendo a cientos con el bacalao de su hermandad.
Asemanasantean el Corpus
porque lo llevan hasta Campana. No «La» Campana: Campana
desarticulada, sin «La», usted me entiende. ¿Con
palquillo o sin palquillo? ¿Con venia o sin venia? Como
la primera en La Campana, pero con carráncanos y
muchíiiiiiiisimos hermanos en las representaciones. Como
el tranvía es el pretexto en curso para acabar con la
justa medida de Sevilla, con el canon exacto de las
tradiciones, montan al Corpus en el tranvía y lo llevan
hasta La Campana. Sin causa justificada. ¿Qué necesidad
había de cargarse la tradicional y barroca Carrera del
Corpus, si a ver la procesión cada vez va menos gente,
porque están levantados hasta las tantonas con la
Madrugada de los Escaparates y no se pegan el Madrugón
de Romero y Juncia?
Ah, pero La Campana es
mucha Campana. En las cofradías de vísperas hay quien
mata y quien muere por lo que ha logrado el Corpus: ir a
La Campana. Asemanasantamiento total. Campana habemus.
Con todo el solazo, pero Campana. Con los abonados de
toda la vida en sus sillas. ¡La famosa entrada en
Campana! Estoy viendo a Ollero mandando la Custodia
sobre los pies, las llamadas las quiero muy cortitas, y
al capataz de Los Gitanos llevar al Niño del Sagrario de
costero a costero, ¡vamos a echarle casta! Y esa
competencia entre San Leandro y San Isidoro, a lo
Caballo y Sentencia, entre las cuadrillas:
-¡Así se entra a nuestro
Padre San Leandro, que está para comérselo, como sus
yemas!
¿Darán tiempo de paso por
Campana para las representaciones de siete mil hermanos
con cirio? ¿Cuántas marchas durará la chicotá de un paso
de Corpus? ¿Habrá saeta sacramental a la Custodia desde
la Peña Bética 1935? Estoy viendo a San Fernando con el
izquierdo por delante, que le tocan tres veces «Custodia
del Guadalquivir» antes de la revirá de Cuna. Y el paso
de Santa Justa y Rufina, Triana pura, entrando con «A
ti, Manuel Román», o con «Carráncano y Gitano», o con
«Callejuela de la Sacramental», o con «Villarrasa
cofrade», o con «Por Amigo coronada», o con una marcha
sinfoniquita de Abel Moreno: «El Madrugón». Y ese
vozarrón de Vizcaya:
-¡Así trianean mis niñas
Justa y Rufina, corazones!
En cuanto a las
representaciones civiles, será como si nuevamente
llegara a La Campana el duelo del Santontierro. Duelo al
sol, que suena a película del Cine Goya de tu
nervionense infancia, querido Carlos Colón. En realidad
todo esto es el paso del duelo del largo santo entierro
laico de la Sevilla que hemos conocido, que entre todos
la matamos y ella sola se murió en este centro desierto,
desforestado, desangelado y desfigurado, mitad Sarajevo
con chaqués de la Sacramental del Sagrario, mitad
Albacete con espigas y racimos en los escaparates de las
corseterías.