PARA
la lírica, no sé, pero corren muy malos tiempos para los
sentimientos religiosos. De «la Virgen del Pilar dice que
no quiere ser francesa», nada. Hay guardias civiles en
Almodóvar del Río que no quieren que la Virgen del Pilar
sea ni francesa ni nada, y más después del gol de Zidane.
Sostienen que la capitana de la tropa aragonesa no debe
ser ni siquiera sargenta de los cuerpos y fuerzas de
seguridad del etcétera, por aquello de la neutralidad
constitucional en materia confesional.
La presentación de una
información periodística sobre el incidente de la Pilarica
(en Almodóvar tenía que ser, Almodóvar puro) me hace
considerar el asunto desde otro lado. En este tiempo en
que tantas campañas se hacen contra el maltrato a la
mujer, nadie defiende a la Mujer con mayúscula que algunos
tienen, tenemos, por la Madre de Dios, y a la que de este
modo maltratan. La información que ha hecho que al pie de
un árbol sin frutos me ponga a considerar venía en un
periódico de culto, en un diario de cabecera de la
ideología dominante en nuestra sociedad dominada y
amedrentada. Los que hacen chorrear de mayúsculas el
título de cualquier organización declarada ilegal ponían
el nombre de la virgen así, con minúscula inicial. Y a la
imagen de la Pilarica que quieren los picoletos de poca fe
que quiten del cuartel almodovariano la llamaban
«estatuilla». Sí, como a un idolillo de Venus. Aunque,
claro, Venus sí lo siguen escribiendo con mayúscula,
faltaría más. Y de Astarté, ni te cuento, chorrean
mayúsculas todas las deidades del paganismo clásico y de
las otras confesiones contemporáneas. No hay entrepierna
para poner mahoma así, con minúscula inicial, en este
absurdo de la virtual persecución de las confesiones
religiosas mayoritarias, como la católica, y respeto casi
divinizado a las minoritarias.
Estamos en una peligrosa
moviola de la Historia. A este paso, dentro de unos meses
estaremos a la altura de la división de España por culpa
de la Ley de Congregaciones en la II República. De
momento, ya estamos a cristazos. Explico: quitando y
poniendo crucifijos. Volvemos a algo tan absurdo como a la
invención del crucifijo en las escuelas como problema.
Vamos, que quieren que la imagen, perdón, la estatuilla,
de Jesucristo en la cruz sea como el retrato del Rey en
las comisarías de Cataluña: algo que hay que quitar cuanto
antes. El ardor que derrocha la Junta de Andalucía en
propiciar el descuelgue de crucifijos en las escuelas
viene acompañado por un raro fervor en la construcción de
mezquitas.
Si porque molestan a alguien
en sus convicciones religiosas o agnósticas hay que quitar
los crucifijos, aunque sean símbolo de la fe y de la
cultura cristiana de la mayoría sociológica, vale, que se
quiten. Pero yo me pido desde este momento que, por las
mismas, quiten del escudo de Andalucía al dios Hércules
(con mayúsculas). Puestos así, tan símbolo y signo de una
religión es Hércules como Jesucristo. Por muy legendario
fundador de La Coruña y de Cádiz que sea, Hércules
representa una religión: el paganismo grecolatino. Y no
hay derecho, si nos atenemos a la cartilla del actual
pensamiento único, a que las criaturitas de las escuelas,
una vez suprimidos los crucifijos en las aulas, tengan que
padecer la imposición religiosa de otro dios, y encima
pagano. Pido, pues, que si quitan a Cristo, que quiten
también a Hércules. Del escudo y de los rótulos de las
escuelas. Por el supremo argumento de aquel andaluz al que
querían convencer los predicadores evangélicos:
-Si no creo en la Iglesia
católica, que es la verdadera, ¿cómo voy a creer en el
luteranismo?
Si descuelgan a Cristo, que
es el Dios verdadero, ¿por qué no vamos a descolgar
también a Hércules, que encima tiene nombre de equipo de
fútbol de Alicante?