Otro
caballerazo. Explico el sufijo en -azo de hoy. Caballerazo no
es aumentativo de caballero, que también lo es. El Diccionario
de la Calle Sevillana define así esta acepción: "Caballerazo.-
Pajarazo dado al poner a un caballero entre truhanes". Hablo
de esa máquina de perder elecciones a la que se conoce aquí
abajo por el mote de PP. Salimos del caballero portavoz y
entramos en el caballero candidato. Juego de la oca: de
caballero a caballero y tiro porque me toca. Y oigo un
coheterío espantoso por los barrios. Todos los cohetes que se
quedaron por estallar la noche en que Francia le pegó el
repaso a España los tiran el alcalde y su equipo. ¿Usted no ha
visto la carita de satisfacciòn que se le puso a cierta cuñada
cuando abrieron determinado testamento, como si le hubiera
tocado el gordo? Pues esa carita de alegría, ese tembleque
avaricioso de mentón, es nada al lado del semblante de Don
Alfredo cuando supo que en el PP van otra vez de caballeros.
Quizá le honre a la derecha no saber ser sinvergonzona. No
tener truhanes con que encabezar listas electorales. Para
esto, quizá valiera más caballero conocido que caballero por
conocer. No aprenden. Siguen sacando el florete y el Manual
Caballeresco de la Esgrima cuando sus adversarios están a
puñaladas traperas. Y para este navajeo ponen siempre a un
maestro de esgrima. Caballero al que le dan hasta en el carné
de socio del Sevilla.
Ni encuestas electorales ni nada. Yo le
hacía al caballero candidato la prueba de la calle Sierpes. O
del Carrefour. No digo ya pasearlo por Sierpes, a ver cuántos
lo reconocen y lo saludan: tú llevas al caballero candidato al
Carrefour de la Macarena, lo pones con un carrito dando
barzones por allí y no lo conoce nadie. ¡Vamos, que como vaya
con cazadorilla de uniforme electoral, algunos hasta son
capaces de creer que es el reponedor de los potitos bledine o
preguntarle dónde están los yogures! En cambio, llevas a Don
Alfredo y es que arrasa entre sus marías del Distrito Macarena
y de Sevilla Este, que nunca conquistará el PP a base de
caballeros y caballerazos.
Tienen que fabricar un candidato al que
conocen cuatro gatos: mis dos gatos (Remo, el de derechas, y
Rómulo, el de izquierdas) y los gatos que tiene en la barriga
Paula Garvín, y pare usted de contar. Espero que como el
caballero candidato es sevillista, le echen una mano los
publicitarios de la campaña de socios del club centenario. Que
al modo del "no te abones, no cabemos", digan:
-- No nos votes, que no caben más papeletas
en las urnas. ¡Que la bulla me come! ¡No votes al PP, casi tós
palman!
Y en los sitios donde reparten las
papeletas: -- ¡Eh, eh, que ese tío se cuela! ¡A la cola, a la
cola, que nosotros estamos aquí desde las 5 de la mañana para
coger la papeleta de votar al caballero candidato!
Ante la honorabilísima figura de este señor
de cuarenta que dicen que es magistrado, muchos están tristes
por la vecinita de frente. Por Soledad Becerril. El "no" de
Soledad es lo más sevillano que se despacha. Indolencia
cernudiana, pereza halconiana: "Yo no tengo salud para esa
batalla ni para meterme en carretera". Ni para pasar la noche
en vilo, no sea que por la mañana destape el periódico una
Operación Malaya cualquiera con las mangoletas de sus societes
de gobierno. Comprendo a Soledad. Una señora que ha sido
ministra, con cuya alcaldía estuvo Sevilla de bien y de limpia
y de racional como nunca, que está tranquilita de senadora,
¿cómo se va a poner a estas alturas de curso a discutir en el
ayuntamiento con un incoherente niñato comunista, mangón de
viajes gratis total a los americanos, o con unos fabricantes
de facturas falsas?
El día fue antier. Me gustaría saber la
hora. El día y la hora en que, pegando otro caballerazo, el PP
reeligió a Don Alfredo como alcalde de Sevilla. Quiero que mi
enhorabuena, excelentísimo señor, sea la primera que reciba.