Mi amiga vive
enjaulada. No es que yo me haya hecho amigo de una leona del
circo de Ángel Cristo o de una canaria flauta de las que antes
vendían en el mercado dominical de La Alfalfa y ahora en la
calle Torneo que te veo: que te veo vender animales que están
protegidos, de los que persigue el benemérito Seprona de la
Guardia Civil.
Mi amiga está enjaulada porque vive en el
centro, en la calle Almirantazgo. Y tire hacia donde tire, ora
hacia la Puerta Jerez, ora hacia la Plaza Nueva, ora hacia
Mateos Jago (que así se pronuncia Mateos Gago a la sevillana,
Jago; lo de Gago queda sólo para Luque Gago)... Tire para
donde tire, decía, es como la callejuela sin salía de Juanita
Reina, donde vive encerrá, que ni palante ni patrás puede
andar sin encontrarse las vallas de las obras del tranvía que
el anticipado Carnaval de Monteseirín ha disfrazado de
Metrocentro y que tiene a Sevilla al ya te veré.
Mi amiga vive en una ciudad cercada, que es
el centro de Sevilla que arruina a comerciantes, cocheros y
taxistas y que le da a los vecinos el sentimiento de estar en
la isla. Pero no La Isla de la calle Arfe, la de las cigalas
de tronco enganchadas a la larga, sino la isla más perdida, de
ésas donde se van cuatro chuflas pagados por una tele para
celebrar el Primer Congreso del Mechero Perdido y Hallado, lo
que le están sacando al mecherito, ¿tiene usted candela?
Mi amiga todos los años, por el verano, se
pega su garbeo por Nueva York. No va de turista. Va de Macys y
de Bloomingdale, de Sacks Fith Avenue y de todas las rebajas
de verano que caigan. Este año, como todos, ya tiene planeado
su garbeo a Nueva York. Pero esta vez no va de compras, no.
Esta vez va para disfrutar de todo lo que ha perdido en
Sevilla, de todo lo que como vecina del centro le ha quitado
este alcalde que, como su señorito ZP, tiene un problema para
cada solución. Si el uno está acabando con España, éste va a
acabar con Sevilla.
Me encuentro a mi amiga y al igual que otros
años me hablaba de los restaurantes nuevos que iba a conocer
en Nueva York y de la ropa fantastiquita y baratísima que se
iba a comprar, este verano me dice:
-- Mira, no sabes las ganas que tengo de
llegar a Nueva York para coger un taxi y decirle al conductor:
"Haga usted el favor de llevarme a Times Square". Times Square
es como la Plaza Nueva de allí, donde va la gente a tomar las
uvas en Nochevieja. ¿Y tú sabes el gustazo que tiene que ser
que el taxista coja, baje la bandera y, puuuum, te deje en el
mismísimo centro de la ciudad, y no en la Puerta Jerez de
allí, entre otras cosas porque en Nueva York no hay Sherry
Gate, que es como se llamaría allí, ni te dice que él no al
centro entra? ¿Y los autobuses? ¿Tú sabes lo bonito que tiene
que ser que estés en pleno centro de la ciudad y veas tu
parada de autobuses, y que te puedas subir, y que deje tres
paradas más allá, en el mismísimo Cortinglés de allí, vamos,
en Macys? ¿Y andar por esa Quinta Avenida, que es como la de
aquí, pero en plan No Hay Quinta Mala, y que circulen los
coches, y los autobuses, y los taxis, y que la gente vaya
andando tranquilamente por las aceras? Y de coches de
caballos, ni te cuento. Estoy deseandito llegar a Nueva York
para acercarme a Central Park, coger un pesetero de los de
allí y que me lleve a la mismísima puerta del hotel, sin tener
que ir a dar la vuelta a la Puerta de la Carne ni nada... Y ni
te cuento el Metro: fíjate, una ciudad que tiene el Metro ya
hecho, y no en los planos; donde no hay tuneladora, ni
retrasos en las obras, ni le hunden la terraza a la dueña de
un restaurante de allí que se llama River Great y que está a
orillas del Hudson, ni nada...
-- Hija, que me estás poniendo los dientes
largos. ¿Qué día y a qué hora dices que sale tu avión para
Nueva York? Vámonos que nos vamos todos a Nueva York...