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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Música, maese Ayarra

Los vencejos que hacen la última ronda de tarde por los arbotantes. Los cernícalos que tienen su solución habitacional en los mechinales del tercer cuerpo de la fachada del Sagrario. Las panarras que revolotean en torno a los pináculos cegadas por la iluminación artística. Toda la pajarería patriarcal y metropolitana me asegura que estas noches, en las bóvedas de la Catedral, en el alabastro de la capilla de la Virgen de la Estrella, en el altar de la Divina Providencia y en los cuatro heraldos que dan la larga chicotá de la Historia al Almirante y que están por sus huesos todos, aún resuena la melodía del «Como una ola» que don Enrique Ayarra hizo romper en espumerío de hermosura contra los tubos del órgano, la tarde del funeral de Rocío Jurado.
-Es que aquello fue de llorar...
No creo que el Padre Ayarra toque las teclas del órgano de la Catedral solamente. Toca las teclas de Sevilla. Este aragonés de Huesca, catedrático del Conservatorio, académico de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, máximo especialista en los órganos barrocos de Sevilla, concertista de éxito y fama en más de treinta países, quizá por el dominio del instrumento de su virtuosismo se conoce los registros sentimentales de la ciudad como nadie. Como entré en Sevilla con San Fernando, puedo decirlo sin exageración de ninguna clase, incluso sin hipérbole: ni Correa de Arauxo ni nadie. Como Ayarra, nadie ha hecho tanto por la puesta en valor del órgano en Sevilla. Con los sevillanos encantados, además. El órgano es ya tan representativo de la Catedral como las coplas y danzas de los seises. Ayarra al órgano es la banda sonora de la Catedral que soñamos. Habrá cosas de la Magna Hispalense que nos choquen, por buena voluntad que ponga el Cabildo en tenerla sacada de brillo y funcionando como el reloj del crucero. En tales casos, hagan lo que yo. Piensen en el sonido de ese sueño que es para los sevillanos la Catedral. Oigan en su memoria el órgano de Enrique Ayarra.
No solamente en los grandes conciertos cuaresmales, en las grandes solemnidades litúrgicas del Cabildo y de la Archidiócesis, que también. Oigan ese órgano de Ayarra cuando se encarna en Sevilla. Cuando recibimos a un Papa, coronan a una Virgen, hay un funeral solemne o celebramos una alegría. En ese mismo instante, por las bocas de los tubos de Maese Ayarra el organista, nuevo Maese Pedro para la tradición, habla el sentimiento de Sevilla. Cuando le toca las sevillanas de «El adiós» a Juan Pablo II, cuando le toca «Amarguras» a la Amargura o «Valle» a la Virgen del Valle. Cuando llegan los sevillistas y todas las teclas del órgano son blancas, y suena el arrebato de su himno del centenario. O cuando la ciudad reza por el alma de luna blanca de Rocío y suenan la salve rociera o «Como una ola».
Como partidario del padre Ayarra que soy, tengo bastantes discos de maese, desde aquel delicadísimo de los órganos de los conventos de clausura, o los clásicos del órgano de la Catedral. Pero echo en falta en su discografía esta grabación de la que estoy hablando: la memoria sonora que Ayarra le pone a los sentimientos colectivos de Sevilla en sus grandes ocasiones y acontecimientos. Sé que la cosa está muy achuchada con los manteros de las falsificaciones, pero alguna casa de discos le debería pedir a Maese Ayarra que grabara ese hermoso disco en los órganos de la Catedral, ronca voz de Sevilla. Esa Sevilla de las marchas procesionales resonando en el órgano cuando han coronado a una Virgen. Esa Sevilla que Juan Pablo II identificaba a los dos compases de «El adiós». Esa Sevilla del himno del Sevilla. O de la ola funeral de Rocío Jurado que ya encontró en su tierra al Dios que creó la mar de Chipiona.
Ahora, que grabe usted ese disco o no lo grabe, muchas gracias, don Enrique, por este «Música, maese Ayarra» que sabe usted siempre poner en el momento justo y del modo exacto, como un Tejera a lo divino en el común ancho ruedo de los sentimientos de la ciudad. (Por cierto, ¡cómo tiene que sonar de bien «La Giralda» en el órgano de la Catedral!...)

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