ESTA noche he
dormido profundamente. Hacía años que no recordaba dormir
tan plácidamente. Y no era para menos. Ya saben lo
relajado que se queda uno cuando se quita una preocupación
gorda de encima. Y la mía no era despreciable. Bueno, la
mía y la de millones de españoles.
Se han terminado nuestras duquelas negras
porque, como ustedes bien saben, Zapatero, ¡por fin!, ha
presentado en su Pasaje a la India el Diccionario
Sánscrito-Catalán. ¡Menos mal! Y luego dicen que el
pescado es caro. Y luego dicen que este hombre, padre
protector de todos los españoles, no se preocupa de
nuestros problemas más inmediatos y que sólo gobierna para
las minorías raritas. Está hecho un padrazo. No solamente
mira por nuestra salud, quitándonos de fumar con la ley
Antitabaco, y por nuestra seguridad, retirándonos el carné
de conducir por puntos, sino que procura que, suprimiendo
esa angustia de no tener Diccionario Sánscrito-Catalán,
podamos conciliar el sueño y dormir relajados como bebés.
¡Cómo te echaba de menos, ansiado
Diccionario Sánscrito-Catalán! Sin ti no podía vivir,
libro querido. Ven, ven a mis brazos que te abra, que te
hojee, que te ojee, que huela la tinta fresca sobre tu
papel, que palpe voluptuosamente tu encuadernación. ¡A
freír espárragos el DRAE, el Corominas, el Diccionario de
Dudas, el María Moliner y hasta el viejo Casares! Todo
papel viejo. En el anaquel más cercano de la biblioteca ya
he hecho limpia y he quitado estos libros inservibles,
para colocar el flamante tomo del utilísimo Diccionario
Sánscrito-Catalán al alcance de la mano.
Y ahora que lo tengo aquí al lado, y que me
da esta seguridad, me pregunto: ¿pero cómo he podido yo
vivir hasta ahora sin tener un Diccionario
Sánscrito-Catalán que consultar? ¿Cómo he podido pasar
tantos años sin saber cómo se dice en catalán
Tantrapradipa Maitreyaraksita o Marajaní de Kapurtala?
¿Y dicen que los catalanes discriminan a
las otras lenguas? ¡Mentira cochina! Los catalanes, con
toda razón, discriminan lenguas minoritarias que apenas
habla nadie, como el castellano. Pero miren cómo miman y
cuidan idiomas universales, cual el sánscrito. Vamos, es
que si hablas sánscrito no tienes el menor problema,
viajes al lugar del mundo donde vayas. Los grandes
negocios internacionales se hacen en sánscrito. Sin saber
sánscrito es que no puedes navegar por internet. Por eso
Zapatero, que está en todo, ha apadrinado este
imprescindible Diccionario para fijar, limpiar y dar
esplendor al sánscrito y al catalán. Y nos quita así un
problemazo de encima: usted, que ha aprendido ya que
«rendición» se dice «paz» y que paz en catalán del
tripartito es «pau», ahora puede fácilmente saber cómo se
dice esa mentira en sánscrito. Seguro que Garzón ha ido a
Nueva York justo para eso: para aprender sánscrito.
Espero y confío en que la provisión de ZP
no se quede en el catalán. Urge, urge un Diccionario
Sánscrito-Vascuence. Y otro Sánscrito-Gallego. Y como
somos una realidad nacional, un Diccionario
Sánscrito-Andaluz. ¿Habrá algo más sánscrito que el
andaluz, que habla del Chundarata de la Cuchipanda de la
Piriñaca y suena a un hindú que tira de espaldas?
Farruquito mismo, el mitificado y condenado (poquito)
Farruquito, ¿no parecía un marajá con casaca blanca el día
de su boda? Vamos, que le faltaban al lado un elefante y
un inglés con salakof. ¿No parece Rafael de Paula un
príncipe hindú destronado?
Y no deben quedarse ahí estas deseadas
soluciones a tan grandes problemas nacionales. Espero que
pronto ZP patrocine útiles obras que el pueblo demanda
urgentemente, cual el Diccionario Swahili-Aranés, el
Diccionario Zulú-Panocho y el Diccionario Kikuyo-Bable.
Menos proteger y defender la lengua castellana más allá
del Ebro, como manda la Constitución, lo que ustedes
quieran. ¡Bombay del Paraguay!