COMO muchos de
los que nacimos tras la Guerra Civil, no conozco otra
cosa que la Educación para la Ciudadanía. O como se vaya
llamando la recurrente asignatura de propaganda política
para lavar y centrifugar los cerebros escolares. No
conoce otra cosa la generación que se despertó a la
libertad en mayo de 1968 y tomó el protagonismo del
cambio tras la dictadura y de la transición tras la
restauración de la Monarquía. Nuestra Educación para la
Ciudadanía se llamaba Formación del Espíritu Nacional (FEN).
Era una de las tres «marías» del Bachillerato: Formación
Religiosa (vulgo Religión), Educación Física (vulgo
Gimnasia) y Formación del Espíritu Nacional (vulgo
Política; sí, sí, Política, tal como suena, era el
nombre familiar de aquella asignatura para lavarnos el
coco con la ideología de la dictadura, aunque la
política y los políticos tuvieran en ella tan mal
cartel).
Como todos mis coetáneos, me tiré los
siete años de Bachillerato estudiando la Educación para
la Ciudadanía de entonces. Tuve profesores religiosos y
profesores seglares. Primero me la enseñó el Padre
Arredondo, S.I., capellán de la Policía Armada y hermano
de un falangista héroe del Alto de los Leones; luego, un
instructor enviado a los Jesuitas por la Jefatura del
Movimiento, el camarada Quijada. Con ambos y con los
libros de texto de Mendoza Guinea me harté de estudiar
la letra del «Cara al sol», la vida de José Antonio o de
Ramiro Ledesma Ramos, el Fuero de los Españoles, los
Puntos de la Falange, los Principios del Movimiento. Y
de examinarme. Con muy poco fervor patriótico, la
verdad, pues nuestro curso de los Jesuitas por un lado
lindaba con Estoril y por el otro con Montejurra, y
estudiábamos la Unificación y los ataques a los Borbones
y a la Monarquía exclusivamente por imperativo legal.
Si poco dura la dicha en casa del pobre,
menos la libertad docente en España. Un suspiro. Más o
menos lo que la Constitución de 1978. La UCD suprimió de
los planes de estudio toda asignatura manipuladora y
propagandística como aquella Formación del Espíritu
Nacional. Ahora vuelven a poner obligatoria la Formación
del Espíritu Nacional, perdón, la Educación para la
Ciudadanía. (Y para el Ciudadanío, añado yo, por aquello
de la igualdad de género, que va a examen.) Vuelve la
lavadora de cerebros infantiles y juveniles. Enseñanza
de los Principios del Movimiento Zapateril y del Fuero
de los Parguelas. Qué inocularán sobre la familia, ya lo
sabemos. Qué sobre el terrorismo y el separatismo, lo
imaginamos. Igual que a nosotros nos presentaban a san
Luis Gonzaga como modelo de pureza, a los chavales les
presentarán a Zerolo como paradigma de comportamiento
sexual (un poquito cara y pelitos de san Luis Gonzaga sí
que tiene el señor).
Espero y confío en que los genes
españoles de la rebeldía sigan siendo los mismos en el
estudiantado. Y que los hijos y nietos de los que
tuvimos que sufrir la totalitaria Formación del Espíritu
Nacional le echen a la fascistona Educación para la
Ciudadanía la misma cuenta que nosotros: ninguna. Y que,
como nosotros, luego hagan en la vida civil todo lo
contrario de cuanto les enseñen. Así le ocurrió a
nuestra generación. Los instructores del Movimiento se
llevaron siete años manipulándonos con los peligros de
la democracia, y ya ven: los antiguos alumnos de
Formación del Espíritu Nacional, de Suárez a González,
fueron precisamente los que nos devolvieron las
libertades. Espero que ahora, por las mismas, estos
chavales tampoco se dejen manipular y llegado el momento
defiendan y hagan suyo todo el esquema de valores que se
les niega, desde la familia a las creencias religiosas,
desde la libertad de pensamiento al respeto a las
mayorías (sí, he dicho mayorías, que son las que ahora
no se respetan), con este palimpsesto de propaganda
totalitaria que es la nueva cara de la vieja «maría» de
la Política.