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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La ciudadanez, qué ordinariez

Como los pantalones pirata tipo Kiko Rivera Pantoja, vulgo Paquirrín, o como los pendientes en la oreja tipo concursante de Gran Hermano, se ha puesto de moda la palabra "ciudadano".

-- Ciudadano y ciudadana, usted, no vayamos a olvidarnos de la igualdad de género.

Ni de género, ni de número ni de caso queremos olvidarnos, ¡viva la igualdad, esta degradante igualdad por abajo, hacia lo peor, hacia lo facilongo, en la que estamos sumidos! No quiero señalar con el dedo, pero usted sabe mejor que yo qué partido, y qué dirigentes de ese partido han impuesto esta modita de la ciudadanez.

-- Es ciudadanía...

No, es ciudadanez. Llamo ciudadanez al hartazgo de la palabra ciudadanía y del remoquete de ciudadanos y ciudadanas. Que yo sé qué partido y qué dirigentes la han impuesto. Blanco y en botella, no; Blanco y con una cara de garbanzo remojado que no se la salta el caballo de Cayetano.

Ciudadano estaría en principio muy bien. Es una palabra con gorro frigio, que suena a Revolución Francesa, a fin del absolutismo, lo cual está muy bien. Originalmente. Pero la propia estética verbal de la Revolución Francesa está degradada. Tú dices ahora "libertad, igualdad y fraternidad" y ese trío de palabras dan un tufo espantoso a ZP, como "solidaridad, talante y proceso".

Ciudadano estaría en principio muy bien, si no se repitiera más que un mal gazpacho demasiado recargado de ajo. Y si no estuviera desplazando la riqueza de la lengua para designar las distintas actividades, actitudes, ocupaciones y condiciones del español. El PIB subirá como la espuma del mar de las medusas, pero la lengua, hijos míos que repetís como loritos lo de "ciudadanos", se está empobreciendo que escarba. Oiga los boletines informativos las emisoras de radio y de televisión, lea los periódicos escritos a la moda del país, (así me gusta a mí). Pegue la oreja y descubrirá que el español, que antes, según tiempo y lugar, condición y circunstancia, era vecino, espectador, bañista, habitante, viajero, usuario, enfermo, accidentado, contribuyente, agraciado y siga usted poniendo rico vocabulario, es ahora simplemente ciudadano. O ciudadana, claro.

No me invento nada, pero he leído y escuchado frases de este tenor: "En el último puente, la playa de esta localidad se ha visto repleta de ciudadanos". "La Renfe ha dispuesto un refuerzo de servicios, para que puedan desplazarse en sus trenes más ciudadanos". "Los nuevas aulas de la Facultad tendrán mayor capacidad, para 350 ciudadanos". "Tras el incendio del ambulatorio, los ciudadanos que recibían allí asistencia han sido transferidos provisionalmente a otro centro". "El premio gordo de la ONCE ha recaído en multitud de ciudadanos de esta localidad". "La nueva plaza de toros tiene capacidad para 7.500 ciudadanos, todos sentados".

De modo que ya no hay bañistas en las playas, viajeros en los trenes, estudiantes en las aulas, enfermos en los ambulatorios, agraciados en los juegos de azar o espectadores en las corridas de toros. Todos, en todo y para todo, somos ciudadanos. Las ciudades no tienen habitantes ni vecinos, sino ciudadanos. Y en los pueblos, que la manta de catetos que hay en muchos pueblos, resulta que ya no hay lugareños, todos son ciudadanos. Ciudadanos sin ciudad.

A mí, pues, que me borren de la ola de ciudadanez que nos invade. No quiero ser ciudadano. Viendo cómo son y cómo se las gastan muchos ciudadanos a los que todo les parece bien y por cuya culpa aquí No Passssa Nada, prefiero ser un pedazo de cateto por el plan antiguo. Lo de la ciudadanez es una ordinariez.

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