CADA vez
hablamos y escribimos peor, y me apunto el primero. Me
acuso, Padre Hércules de las columnas de la Alameda,
que los que tenemos púlpito con paño y pasamos por
articulistas escribimos bastante peor que hace
cincuenta años cualquier gacetillero de la prensa
sevillana que redactara el suceso perfecto de uno al
que cogió el tranvía en la calle Imagen y fue asistido
en el Equipo Quirúrgico por el doctor Baquerizo y
practicante señor Moreno, quienes le apreciaron
amputación traumática de la pierna izquierda a la
altura de la rodilla, pasando a la Sala del Cardenal
del Hospital Central.
-Ahora que usted lo dice, esto se va a
poner bien...
-¿El qué?
-Hombre, que si vuelven los tranvías,
aunque sea con el mote de Metrocentro, pues también
los atropellados por el tranvía. Otra vez podrán verse
en los periódicos gacetillas de sucesos como la que
usted ha puesto ahí...
-¿Pues sabe usted que no es ninguna
tontería lo que acaba usted de decir?
¡Y tanto! Porque si la Avenida es
peatonal, y la gente va tan tranquila andando por la
calle, y de golpe llega el tranvía, una de dos:
1. O la Virgen de los Reyes, la
Esperanza de Triana, la Macarena y todas las Vírgenes
de Sevilla tienen que echar horas extraordinarias, con
el riesgo de que hasta se nos declaren en huelga de
hacer tantos milagros.
2. O aquí va a haber más bajas de
peatones con el tranvía que de soldados Ryan en el
desembarco de Normandía.
Ya se ha dicho que la peatonalización
de la Avenida es una gran falacia: ahí tiene usted un
filón, Don Zoido, habla, pueblo, habla, tuyo es el
mañana; Sevilla sin ira puro su lema. La
peatonalización de la Avenida no es tal. Si pasa el
tranvía, ¿qué peatonalización ni qué niño muerto?
-Ni lo diga usted, y toque madera...
Que no quiero ni pensar que el tranvía, «silencioso y
neumático» que diría el verso de Gerardo Diego, llega,
el chiquillo se le escapa de la mano a su madre y al
chiquillo lo mata el tranvía.
Con el tranvía yendo y viniendo, de
peatonalización de la Avenida, nada. Anda que no habrá
que tener cuidadito para ir por la Avenida sin que te
pille el tranvía. ¿Volverá el sonido antiguo del
timbre de los tranvías, que para que la gente se
apartara tocaban los tranviarios, pisando una especie
de pedal de piano que tenían junto a su regulador de
velocidad y a su freno en forma de timón marinero? Ya
estoy oyendo el campaneo de los tranvías, antiguo como
un traje de mil rayas. Y la gente, muerta de miedo.
Metiéndose en los portales, como hacían en la estrecha
calle Imagen para que no los atropellara el tranvía.
Entre los muchos estudios que
(cementerios moros al margen tapados cuanto antes) se
habrán hecho para esto del tranvía, me imagino que
habrán calculado el número de bajas, como en las
grandes batallas. ¿Cuántos cojos va a dejar el tranvía
cada año, se sabe ya? Porque con la Avenida peatonal y
los tranvías sueltos, cojos va a haber, eso desde
luego. Cojos-cojos de verdad, cojos del tranvía. No
como cuando éramos chicos, que nos decían de todos los
cojos del bando de los rojos en la guerra civil que
estaban así porque los había cogido un tranvía (y no
una granada de Aviación o de Artillería).
Los pueblos que no conocen su historia
están condenados a repetirla (Jorge Santayana).
Sevilla está condenada a repetir la historia
tranviaria de la calle Imagen, que era como van a
poner la Avenida, pero con tienda de bacalao de Barea.
Sevilla clamó contra los tranvías, y no paró hasta que
Contadero los quitó, cuando el tranvía mató a una
embarazada en la calle Imagen. No quiero ni pensar que
el tranvía de la Avenida vuelva a escribir la historia
que olvidamos y mate a una embarazada. Verás tú
entonces lo que va a durar la novelería del tranvía...