UN
tópico archisabido es que Sevilla es la
ciudad de los duales barrocos: que si
Joselito y Belmonte, que si Macarena y
Triana, que si capa y cola, que si Del
Nido y Lopera. Hubo un momento en que en
la ciudad dual hubo dos Torres. No Giralda
y Torre del Oro, duales de las letras de
sevillanas, sino dos señores Torres que se
llamaban igual: Pepe Torres. Uno mandaba
en la Plaza de España y otro, en la Rota.
Uno, Pepe Torres Hurtado, era el delegado
del Gobierno que nos mandó el PP, sin que
Sevilla hubiera hecho nada malo para tal
castigo. Otro era el letrado Pepe Torres
Bohórquez, capitán general con mando en
plaza Virgen de los Reyes, el más
prestigioso canonista, especialista en
anulaciones matrimoniales ante la Rota, de
la que sabe un rato, y no precisamente
rato y no consumado.
Famosísimo
letrado Pepe Torres a quien Rocío
Carrasco, por si no era suficientemente
conocido, le dio el complemento de destino
de la popularidad en TV. Estaba un día en
el Mesón Casa Paco, un restaurante
simpático del barrio, y cuando nos íbamos
entró Pepe Torres con Amparo su mujer. Le
dije al camarero que no le cobrara, que ya
me pasaría a pagar su cuenta. Me olvidé de
liquidar aquella convidá, y al siguiente
día que fui, el camarero, al darme la
nota, me dijo:
-Tiene usted
aquí pendiente la cuenta del abogado de
Rociíto, ¿se la doy ahora?
Pepe Torres,
con ser lo que es en Sevilla, en sus
tribunales eclesiásticos y civiles y en la
hermandad de la Gofetá, había sido
reducido por la tele a la condición
de...¡abogado de Rociíto! Como pueden
comprobar, el único Pepe Torres posible.
Por eso hizo mal el PP mandándonos de
delegado del Gobierno a un Pepe Torres
repe, al que pronto los socialistas
llamaron Torres Gump. Aquel Pepe Torres
que me confundió con Gary Cooper en
atribulados días. E hizo luego el PP
divinamente quitándolo y mandándolo de
alcalde a Granada. Para alcalde de Granada
está muy bien, aunque no sé qué habrá
hecho Granada para merecer tal castigo.
Como si no
hubiera en Andalucía, en España y en la
Humanidad más problema, ahora Pepe Torres
se ha erigido en defensor de la mantilla
española. ¡Arsa y toma, pandereta se
escribe con P de PP! Gracia Montes no
quiere cantar lo de las de peina y
volantes porque esa copla con quien se ve
es con Pepe Torres en Granada. No sé si al
final ha llevado al pleno la propuesta,
pero Pepe Torres quería imponer como
etiqueta obligatoria para las concejalas
de Granada la peina y la mantilla. De las
de peina y volantes no vais quedando muy
pocas, querida Gracia Montes: Pepe Torres
os echa una mano. ¿Dónde está el sentido
del ridículo de este PP que se pone a los
pies de los caballos de la igualdad y del
respeto a la mujer sacando la peina y la
mantilla? Las andaluzas saben cuándo y
cómo tienen que ponerse la mantilla, sin
Pepe Torres alguno que se lo imponga. Sin
que aquí en Sevilla, gracias a Dios, esté
ya Pepe Torres, el Jueves Santo se pone la
ciudad de mantillas como tiene que
ponerse. Y en las bodas, se lucen las
mantillas que hay que lucir. Y en los
toros, las mantillas blancas de las
fiestas taurinas de guardar. Pero sin
ordeno y mando, para que la oposición se
tome a Pepe Torres como se merece, por
esta chorrada con mantilla y peina. ¡Caray
con el carey de la peineta de este PP más
despistado que un capillita en la mezquita
de Los Bermejales!
Espero que
el despacho del delegado del Gobierno en
la Plaza de España no sea contagioso a
efectos de peina y mantilla. Espero que
Don Zoido, que ocupó aquel despacho tras
Pepe Torres, no lleve en su programa
electoral la chorrada de la mantilla
obligatoria para las concejalas. No por
nada, sino porque, ¡anda que Paula Garvín
iba a estar bonita con la mantilla!
(Mantilla tricolor, naturalmente.)